Como ciudadana pienso que los logros en la lucha contra el tabaquismo son sumamente importantes. Entiendo que, en particular las presidencias del Dr. Tabaré Vázquez han sido muy claras y contundentes al respecto. Y el gobierno del presidente José Mujica se mantuvo el respeto a la normativa al respecto.
También celebro que le hayamos ganado el juicio a Phillips Morris. Hay aspectos de la vida humana donde se requiere de la normativa y de la aplicación de sanciones en caso de incumplimiento. Hasta ahora está demostrado que tanto en el tabaquismo, en el tránsito y en otras áreas de la vida ciudadana, hay que aplicar rigor. ¿Somos hijos del rigor? Dejo picando la pregunta.
Conozco caso de fumadores que confiesan que la normativa los ha ayudado a limitar y moderar su consumo de cigarrillos. Es bueno venir de reuniones bailables, cumpleaños y otros eventos y que la ropa no huela a tabaco y que no tengamos que limpiar nuestras narices para que salga las manchas de humo de otros.
Por lo que ha manifestado últimamente el Sr Presidente, se aplicaría más rigor al impedir que se fumara en las afueras de los centros de salud y centros educativos porque sería un mal ejemplo para los alumnos y para los pacientes. La pregunta es qué resultados traerá ese rigor.
Si no aparecerán “fumaderos clandestinos” asociados a otras cosas no santas.
Y si no sería más conveniente estimular al ciudadano que deja el tabaquismo u otra adicción como el alcohol o las drogas con exoneraciones impositivas, terapias sicológicas gratuitas, si las necesitare.
Cualquier ciudadano sabe que no solo el tabaquismo enferma a las personas. Hay muchas cosas para arreglar en el sistema de salud. Y no se arreglan. Y persisten. Y forman parte de las injusticias cotidianas que padecemos los ciudadanos de a pie.