La conmemoración del 25 de agosto de 1825 como “el día de la declaratoria de la independencia nacional”, es un tema que merece revisión.
Si leemos las tres leyes que aprobaron aquel día los Diputados orientales (La Ley de Independencia, Ley de Unión y Ley de Pabellón) comprobaremos que la fecha tiene otra significación: marca el rompimiento de lazos con Portugal y Brasil, reafirmando la unión de la Banda Oriental al resto de las provincias argentinas.
Así lo dice textualmente el acta: “La honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en virtud de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste, para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la felicidad de ella, declara: que su voto general, constante, solemne y decidido, es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, a que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce.”
Esta declaración en ningún momento expresa la intención de crear un nuevo país, cosa que ocurriría cinco años después, dicho sea de paso, no por iniciativa de los orientales, sino como una solución diplomática auspiciada por Gran Bretaña para poner fin a la disputa entre los dos vecinos que habían alternado en el control de esta provincia, llamándola “Banda Oriental” los argentinos y “Provincia Cisplatina” los brasileños. Tomar por tanto la fecha 25 de agosto como “Día de la declaratoria de la independencia nacional”, no es exacto si lo que se pretende conmemorar es el nacimiento de la República Oriental del Uruguay.
Lo que afirmo no tiene la intención de minimizar la importancia de lo ocurrido aquel día, que marcó un hito en el camino que culminaría en la creación del estado del que soy ciudadano. Tiene el mero propósito de aportar a un mejor entendimiento de nuestra historia.
En tal sentido, es oportuno recordar que el nacimiento de nuestro país no está inspirado en el proyecto artiguista, que era federativo y popular. José Artigas, traicionado por la mayoría de sus subalternos, estuvo exiliado en Paraguay entre 1820 y 1850, totalmente ajeno a la cruzada de los 33 orientales de 1825 cuyo objetivo se concretó aquel 25 de agosto cuando la Provincia Oriental reafirmó su pertenencia a lo que hoy es Argentina, aceptando el centralismo político y económico de Buenos Aires, contra el que Artigas siempre luchó.
Por eso creo que es contradictorio ver flamear la bandera uruguaya y de los Treinta y Tres junto con la de Artigas. No hay una continuidad ideológica entre la revolución de 1811 y el proceso iniciado con el desembarco de los 33 el 19 de abril de 1825, que culmina el 25 de agosto de ese año con la declaración de Florida. Hay un claro apartamiento del ideario artiguista que sutilmente se disimula en la historia oficial que pone juntos los retratos de Artigas, Rivera y Lavalleja.
¡Qué bueno sería que el pueblo oriental revisara su historia y se reencontrara con el verdadero Artigas! Personalmente, cuando ya egresado de la educación formal me interesé en leer sobre la historia uruguaya, quedé sorprendido al comprobar que la historia que me habían contado era tan incompleta como inexacta. El resultado es que ha crecido desde entonces mi admiración por Artigas y su ideario, tan mal invocado por quienes han ostentado el poder desde que él fue derrotado.
Digo “derrotado”, no digo “vencido”, porque Artigas vive en el corazón de los orientales y algún día será reivindicado.
Aníbal Terán Castromán