En los últimos días ha resurgido la polémica respecto a si el Estado debería suspender el pago de la Asignación Familiar a los padres que no envían sus hijos al centro educativo que corresponda a su edad. Eso me llevó a revisar el tema de las Asignaciones Familiares en la página oficial del BPS.
Según el BPS, la Asignación Familiar “es una prestación económica bimestral que se brinda a los hijos o menores a cargo de los trabajadores.” Se desprende entonces que si bien la cobran sus padres, el dinero es de los hijos. Eso le da otro tono a la discusión, ya que estamos hablando de quitarle un beneficio no a adultos, sino a niños y adolescentes.
Claramente dice el BPS: “Beneficiarios son aquellos niños y adolescentes que: 1) reciben educación primaria estatal o privada, hasta los 14 años. 2) cursan estudios secundarios en institutos estatales o privados habilitados (UTU, liceo), hasta los 18 años. 3) padecen alguna discapacidad.”
No parece razonable castigar a los hijos porque sus padres no los mandan a la Escuela. Pero dejando de lado esa discusión sobre si suspender la Asignación Familiar puede ser un buen modo de incentivar la asistencia de niños y adolescentes a las Escuelas y Liceos, hay sorpresas que uno se lleva al revisar los números del BPS.
Se otorgan $ 693 por hijo y por mes a trabajadores que ganan hasta $ 26.132 mensuales. Los que superan esa cifra pero no pasan de los $ 43.562, cobran $346 por hijo y por mes. Esto rige para familias con hasta dos hijos beneficiarios. De tres hijos en adelante el monto a percibir será $346 por mes y por beneficiario.
Se da así la paradoja de que un trabajador que gana menos de $26.132 por mes y tiene tres hijos cobra una Asignación Familiar total de $1.038 por mes, es decir $346 por cada hijo. Pero si ese mismo trabajador con el mismo sueldo tiene solo dos hijos, cobra más, ya que le corresponden $693 por mes y por hijo, lo que suma $1386. ¿Cómo se entiende que el Estado asista con menos dinero a la familia que tiene más hijos? ¿Hay alguna lógica que pueda explicar algo así?
Aún por encima de lo paradojal del modo en que se fijan los montos de las Asignaciones, salta a la vista que los números son bajísimos. ¿Es razonable pensar que con una ayuda de $346 por mes el Estado está en condiciones de exigir algo? ¿Tiene sentido utilizar la Asignación Familiar de $346 como un elemento de presión para inducir a los padres a cumplir con sus deberes? Si lo que realmente se pretende es ayudar, las cifras son absurdas, pues todos sabemos lo que cuesta alimentar, vestir y calzar a una persona en este país, y la Asignación Familiar hoy día no pasa de ser una limosna, o se parece a una broma de mal gusto.
Yo creo que antes de discutir si se debe suspender este beneficio social en caso de que los niños y adolescentes no asistan a la Escuela o el Liceo, debemos revisar la mala distribución de la riqueza que hay en nuestro país, que lleva a cientos de miles de uruguayos a trabajar por sueldos miserables, que el Estado trata de complementar con partidas del tipo “Asignación Familiar”. Si se pagaran sueldos decorosos no sería necesario discutir el tema de la suspensión o no de las Asignaciones, porque simplemente éstas no tendrían que existir.
Y no digan que no hay de dónde sacar el dinero que se necesitaría para fijar sueldos decorosos que eximan a los trabajadores de humillarse a aceptar limosnas, porque eso sería ofender al pueblo subestimando su inteligencia.
Aníbal Terán Castromán