INSEGURIDAD

victoria pereiraUruguay discute fuerte sobre seguridad pública esta semana

¿Eliminar el uso de efectivo asegura la reducción de delitos en taxis y estaciones de servicio? El gobierno aplicará en 30 días la nueva medida.

El gobierno anunció que eliminará el uso de dinero en efectivo de los taxímetros y estaciones de servicio como medida de seguridad ante la oleada de robos con saldo lamentable en el caso de los taximetristas. Y mientras la patronal del taxi saludó con beneplácito una decisión que se comenzará a aplicar en 30 días y para la cual el gobierno entiende que un total de 2000 coches cuentan con la infraestructura adecuada, el sindicato del taxi discrepa y tiene dudas en cuanto a la forma en que se implementaría el nuevo sistema.

Hay quienes la consideran una resolución que poco aportará no sólo por la posibilidad de que los vehículos se adapten a las nuevas disposiciones legales, sino porque el país mismo continúa enfrentando los desafíos que propone la ley de inclusión financiera cuyo principal objetivo es quitar el efectivo de circulación y convertirlo en dinero electrónico.

Las dos últimas muertes de trabajadores del taxi reavivó la discusión sobre la seguridad pública que esta semana llegó al ámbito más alto. Mientras la oposición política a través del senador del Partido Nacional, Jorge Larrañaga presentó un proyecto de ley ante el parlamento que refiere al endurecimiento de las penas, el gobierno anunció que estará convocando a los principales líderes políticos para buscar soluciones a un problema que es de los de mayor importancia para la sociedad misma.

El dolor de una familia detrás de la noticia y la decepción con el gobierno de turno

En menos de veinte días, y en situaciones muy similares, dos taxistas fueron baleados en Montevideo mientras cumplían sus labores.

Carlos Quiroga es medio hermano de Juan Bonilla, quien falleció luego de ser baleado a fines de febrero. Con la misma impotencia que todos, con mucho más dolor, Carlos escribe.

 “Buenos días. Soy medio hermano de Juan Bonilla, taxista baleado en la zona del Cerro el domingo 28 de febrero. Tras la necesidad de descargarme escribiendo unas líneas, me encontré con una carta que tal vez pueda tener valor de ser publicada. Sólo pido que se tome dos minutos y la pueda leer.

Esperando que dieran el parte, después de su sexta operación en dos semanas. Una joven que también estaba allí nos pregunta:

– ¿Ustedes son familiares del taxista baleado*?

– Sí-, respondo.

– Nosotros somos familiares del guardia de seguridad herido en la estación de servicio. ¿Cómo está?

– Está grave, pero estable.

– ¿Lo lastimaron mucho, fueron varias balas?

– Fue una sola pero le perforó el pulmón e intestino, le extirparon el riñón y dejó bastante mal el páncreas.

Mientras intercambiábamos partes con la otra familia se escucha: «familiares de Juan». Llegaba la parte que esperás todo el día y, según las noticias que te den, es el ánimo con el que afrontas las próximas veinticuatro horas.

Con voz muy seria y pausada el cirujano nos empieza a dar la noticia menos esperada: «Estamos en el peor de los momentos. Lo que fue una mejora fuera de lo común en los días anteriores ahora derivó en una muy avanzada infección que empezó a tomarlo y no tiene retroceso». Bla, bla, bla y muchos bla, que uno cada vez va entendiendo menos y se escuchan cada vez más lejos.

Empiezan los llantos, los «por qué», «no se lo merece», «pichis de mierda», «Frente Amplio de mierda», «hay que matarlos a todos», «no querían la baja, ahí tenés»…

Bajo una situación de esta naturaleza la arremetida es contra cualquiera y contra el que se cruce. Tal es así que, en una familia netamente de izquierda, de golpe y porrazo la culpa la tomamos como propia por haber creído en este proyecto.

Creímos en el proyecto de «educación, educación y educación», pensábamos que era una de las salidas. Pensamos que el Plan de Emergencia iba a ser una política que no solo iba a impulsar la economía sino que también les iba a llenar la «panza» a miles de uruguayos que no necesitarían delinquir para comer. Defendimos fervientemente la política de cárceles, sabiendo que lo mejor para nosotros es que los reclusos salgan rehabilitados. Discutimos con vehemencia, defendiendo la teoría de la generación pérdida que nos dejaron los blancos y colorados y sus políticas del FMI. Estábamos convencidos que con baja tasa de desocupación y buena calidad de empleo bajaría drásticamente la delincuencia.

Todo eso lo soñamos como esta noche queremos soñar en la recuperación de Juan, pero las chances son muy pocas y en la calle hay decenas de «Juanes» que salen a laburar y no vuelven a sus hogares.

Fallamos… somos un país mucho más próspero económicamente que hace diez años, resurgieron los almacenes de barrios con familias enteras trabajando. Cada vez más shopping y todos llenos. Las calles colapsadas de autos 0 Km. Los aviones del Aeropuerto de Carrasco salen llenos y no por gente en busca oportunidades. Ahora, ¿de qué le sirvió todo eso a Juan que también lucho por el no a la baja?

Falló el Frente Amplio. Nos creímos que la delincuencia se arreglaba solo con un plato de guiso y una computadora. Perdimos diez años de nuestras vidas para escuchar al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, dando estadísticas.

Me rehúso a caer en el lugar común de pedir la renuncia de uno o del otro, pero sí les pido, por favor, que no abran la boca para hacer papelones; los familiares de las víctimas de la delincuencia pedimos que se trabaje con seriedad, hablando menos y actuando más.

El Ejecutivo que invierta para obtener resultados y avalar las estadísticas. El Legislativo que haga leyes acordes a estos tiempos, con penas más severas para quienes lesionan trabajadores. El Judicial que aplique las leyes sin temblarle el pulso o se excusen por razones de decoro.

Tal vez, para muchos, esto sea una carta más de un caso de delincuencia más, como lo fue para mí la mañana que escuché la noticia sin saber que era mi hermano. A partir de ese momento, me di cuenta que mañana la noticia podes ser vos”