“Dicen que no hay plata, pero vienen los Rolling y se llena el estadio…”
Como si la economía de un país y el bienestar de su población se pudieran medir en la venta de entradas para un espectáculo, no faltará quien plantee frases de ese estilo. No quiero ofender a nadie ni ponerme de aguafiestas, solo permítanme una reflexión que me parece oportuna, expresada con el mayor de los respetos.
¿No les parece que la crisis está reflejada en el hecho de que la mayoría de los que asistan este martes a ese promocionado show, no disponen del dinero para pagar la entrada y asistirán aplicando el famoso “tarjetazo”? Y cuando alguien toma prestado aceptando pagar intereses usureros, está en crisis.
¿Por qué una tarjeta de crédito no es vista como una señal de crisis? Es que el sistema se las arregla para que la gente crea que poseer una tarjeta de crédito es todo lo contrario, una muestra de solvencia, una forma práctica de manejar recursos económicos. De esa manera, en lugar de asumir su situación real, mediante la tarjeta el usuario se siente pudiente gastando por encima de su verdadero poder adquisitivo.
Disculpen de nuevo los que van a “tarjetear” su entrada del martes, no voy contra ustedes. No soy un amargado que no quiere verlos saltar y gozar en un espectáculo musical. Entiendan que lo que me gustaría es que cualquier trabajador uruguayo pudiera darse el gusto de ir a un concierto como este, sin quedar endeudado.
Tampoco desconozco que este tipo de eventos ocupa cientos de trabajadores directamente e indirectamente favorece a empresas de transporte, estaciones de servicio, restaurantes, hoteles, medios publicitarios, etc, etc… ¡me encanta que la gente se divierta y que los prestadores de servicios trabajen bien! Solo que no me gusta que con ironía, en estos casos, alguien pregunte: “Dicen que no hay plata, pero vienen los Rolling y se llena el estadio…¿Dónde está la crisis?”
El que quiera ver la crisis, puede fijarse en la cantidad creciente de personas sin techo que duermen allí mismo en el parque Batlle, en los alrededores del Estadio Centenario. Mientras suenen los Rolling en el coloso de cemento, habrá un enjambre de “mangueros” pidiendo algún pesito para el vino y los cigarros, sobrarán los “cuidacoches” esperanzados en recibir alguna buena propina. Y apenas a unas cuadras de allí, en las esquinas de malvín norte, casavalle y demás barrios marginales, habrá grupos de jóvenes desocupados tratando de disimular su pobreza exhibiendo celulares de alta gama comprados de segunda y tercera mano a otros pobres acuciados por las deudas.
¿Quieren ver crisis? Reparen en la cantidad de automóviles descangallados que circulan en todo el país, cuyos dueños deben cuotas en la automotora y apenas tienen para echarle algún litrito de nafta mientras atan con alambre los pedazos de chapa para que no se terminen de caer. La crisis rompe los ojos por todos lados. Es desempleo, pérdida de salario, número creciente de gente en seguro de paro, la desvalorización del peso frente al dólar. No la tapa un cartel de “localidades agotadas” en las boleterías de un estadio.
Pero mi mirada no es deprimente ni pesimista, porque más allá de la crisis hay un horizonte, un amanecer, un futuro mejor que puede nacer en la conciencia popular. La crisis nos es el fin… ¡es el despertador que debe hacernos reaccionar!
>Aníbal Terán Castromán