UNA HISTORIA DEL URUGUAY REAL

Los viajeros emprendiendo el retorno a casa

Julio de los Santos y Susana Silva viven con sus dos hijas en Arrozal 33, pequeña localidad ubicada en campos de la empresa de igual nombre, a unos 95 kilómetros de la ciudad de Treinta y Tres, donde los conocí personalmente el pasado jueves 7 de diciembre. Su historia merece ser contada.

Él con 44 años de edad, está a la espera de una jubilación anticipada tras haber contraído fibrosis pulmonar y micosis pulmonar, enfermedades resultantes de su trabajo en los talleres de la empresa en la que  también trabaja ella, quien está con licencia médica  por una enfermedad que, según me cuenta, su traumatólogo cree que podría tener conexión con su actividad laboral. Además padece de un problema neurológico cuyo origen tratan de identificar, pero no se descarta que tuviera que ver con el manejo frecuente de glifosato que es parte de su trabajo.

Cuando les pregunté por qué habían recorrido  en moto los casi 35 kilómetros polvorientos que separan Arrozal 33 de Vergara, y desde allí los 60 kilómetros de asfalto restantes para llegar a Treinta y Tres un día de calor y amenazante de lluvia, me respondieron: “No podemos gastar los $700 que cuesta el viaje de ida y vuelta para dos, preferimos gastar $200 en nafta y venir en moto. Y especialmente en este caso porque mañana tenemos que venir de nuevo.”

Por supuesto que les pregunté cómo era eso de venir dos días seguidos: “Es que me van a poner un holter por 24 horas y dice el médico que en estos casos no se interna al paciente, que es mejor que me vaya para mi casa y vuelva mañana.” El Holter es un dispositivo electrónico que registra y almacena el electrocardiograma del paciente mientras éste sigue su rutina normal. Julio presenta problemas cardíacos debido a la insuficiencia pulmonar por la cual inició trámite jubilatorio. Además tiene un tipo de diabetes muy difícil de controlar, ya que su nivel de glicemia sube y baja con extraordinaria rapidez.

 

A las 14:00 en punto se presentaron en el lugar indicado – una mutualista local- donde les dijeron que esperaran la llegada de la doctora encargada de la colocación del Holter. Pasado un tiempo prudencial, al preguntar a qué se debía la demora, se les informó que estaban tratando de ubicar a la médica, la que nunca se presentó, por lo que a las 15:45 una enfermera les comunicó que ella colocaría el Holter siguiendo indicaciones telefónicas de un médico. “Espero haberlo colocado bien”, les dijo la amable enfermera, yo hice tal como me dijeron que hiciera”. Así fue que Julio, tras dos horas de espera, con dudas de si el estudio servirá o no, salió con el Holter y las instrucciones respectivas rumbo a Arrozal 33 conduciendo su moto.

 

Esto de las instrucciones telefónicas no es algo extraño para ellos, ya que me contaron que, como la mutualista no puede enviar un médico a su casa que dista 35 kilómetros de la filial más próxima, lo que hace es darle por teléfono instrucciones cuando Julio tiene una urgencia. “Me dicen que le dé tal o cual medicamento y me van guiando por teléfono” cuenta Susana. “La mutualista nos prestó el equipo necesario para régimen de internación domiciliaria y así tenemos un tubo de oxígeno en casa para sacarlo de las crisis respiratorias.”

 

Creo que esta historia es muy representativa de las dificultades socioeconómicas que deben manejar muchos uruguayos, especialmente aquellos alejados de los centros asistenciales. También de los riesgos para la salud que asumen a menudo los trabajadores en el medio rural. Y por supuesto que también confirma las deficiencias de un sistema de salud tan mercantilizado en el que el bienestar de las personas no es la prioridad.

 

Publico esto con la mayor admiración hacia uruguayos como Julio y Susana que pese a todo, no dejan de luchar para tener un hogar donde brindarle a sus hijos amor y buenos ejemplos. Su historia debe darnos fuerzas para trabajar por los cambios que necesita este país, que tiene todo para que sus habitantes puedan acceder a una buena calidad de vida, sintiéndose valorados y cuidados en una sociedad mucho más humanizada, fraterna y justa. Nos merecemos otro país… ¡Construyámoslo!

 

Aníbal Terán Castromán