Lenguaje inclusivo

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«Hacer el dos por uno”. Se trata de una propuesta que un adolescente realiza a un amigo para arrebatar la cartera a una mujer. El primero le quita la cartera y luego se la da al otro que la esconde en su mochila. En caso de ser atrapado el primero, no lleva nada encima. Si la Policía captura al segundo, dice que la cartera la encontró en un árbol y la víctima no lo reconoce. Por falta de pruebas, los dos quedan libres.

“Salir a ganar”, es otra expresión usada por los adolescentes antes de realizar un asalto.

A mediados de este mes, operadores del Juzgado de Adolescentes discutían, antes de ingresar a una audiencia, sobre la necesidad de crear un “diccionario” porque no comprendían los testimonios de los adolescentes indagados. La conversación surgió a raíz de una propuesta de una maestra de crear un glosario que incluya palabras muy utilizadas en barrios marginales.

La jueza de Adolescentes Aída Vera Barreto se encontraba en el grupo que discutía el fenómeno. “Muchas veces me cuesta entender lo que dicen los adolescentes en las audiencias. Se trata de un lenguaje incomprendido por la mayoría de la sociedad y comprendido por muy pocos”, dice Vera Barreto a El País.

En ese intercambio de ideas, los operadores judiciales concluyeron que era imposible crear un “glosario ñeri” y colocarlo al costado de las computadoras usadas para recoger los testimonios de los acusados.

Según Vera Barreto, ha ocurrido en audiencias en que los adolescentes dicen una palabra en su jerga que no es entendida por los operadores judiciales. “Cuando les preguntamos qué significado tiene, no saben decir un sinónimo. No conocen otra palabra”, explica la jueza.

El abogado defensor de menores Daniel Sayagués Lazo oficia en ocasiones de “traductor” entre los adolescentes acusados y los operadores judiciales por su larga carrera como abogado de oficio.

Según el profesional, en los Juzgados de Adolescentes confluyen el lenguaje jurídico con el de los barrios marginales. “Una persona normal maneja 8.000 palabras. Un adolescente proveniente de un barrio periférico muchas menos. La relación es de seis a uno fácil”, dice.

Para Sayagués Lazo, el problema es multicausal: los jóvenes tienen un nivel cultural muy bajo, cursan hasta 6° año escolar y carecen de comprensión lectora (ver nota aparte).

La siguiente es una lista de las palabras usadas por los adolescentes en los juzgados:

Ñeri o pariente: amigo.

Descansar: Burlarse. “Me estás descansando, me estás tomando el pelo”.

Corté: Muletilla muy usada que refiere a que se dirigió a un lugar u otro.

Corte: Cuchillo artesanal hecho con un artefacto metálico al que se le sacó filo.

Canicas: Tomar pastillas. Generalmente diazepam con vino. Las píldoras las compran en ferias. Esa palabra proviene de la Colonia Berro donde les daban “canicas” (pastillas) para soportar el encierro. Esa práctica se dejó de usar en los hogares, dice Sayagués Lazo.

Estoy encanicado: No recuerda lo que le han dicho.

Planchas: El término proviene de la “planchada” o lugar de recreo de la cárcel. Así se autodenominan los adolescentes provenientes de barrios marginales. Para ellos no es una palabra ofensiva.

Amarrocado: Esposado.

Perdí: Detenido.

Gané: No fue capturado.

Salir a ganar: Salir a robar. La probabilidad de que lo atrapen es un de 10%, dice Sayagués Lazo en alusión a un estudio del economista Ignacio Munyo.

Chapa o Prócer: Moneda.

Calefón: Delator.

Merca: Cocaína.

Lata o Pasta: Pasta base.

Voy en cana: A la Berro.

Ir a firmar: Cuando son sentenciados con medidas alternativas a la prisión (libertad asistida o vigilada), deben marcar asistencia. Para eso les brindan los boletos de ómnibus. Ellos tienen que firmar. Es la mejor opción para ellos.

Zafé: El juez no lo acusó de un delito.

Botón: Policía.

Territorio: Zona donde opera una banda.

Latero: Adicto a la pasta base. En el pasado se utilizaban latas de refrescos de aluminio para consumir esa deroga.

Pipas: Parte de un inhalador utilizado para fumar la pasta base.

Tabasoco: La pasta base necesita humo para ser ingerida. En ocasiones se utiliza una base de tabaco, una chapita agujereada y encima 0,1 gramo o una cantidad menor de pasta base que se aspira con el humo. Fumar con tabaco es más suave.

Basoco: Se fuma la pasta base mezclada con cocaína.

Arruinado: Destrozado por la pasta base.

Chasqui: Una dosis de pasta base de 0,1 gramo. Cuesta $ 30.

Vaca: Leche.

Marroco: pan.

Funcionarios: Educadores de la Colonia Berro.

Bagayo: Una persona mala, delatora, el peor de todos ellos.

Los violetas: Violadores.

Bases: Championes.

Poronga: Jefe de los adolescentes en un módulo o sector de un hogar.

Me comí tal cosa: Robó a un “ñeri”.

Mexicano: El que mantiene relaciones sexuales con la mujer de otro.

Soplabolsas: Un informante de la Policía o que delata a otros internos a la dirección del hogar.

Embagayar: Hacer un complot contra alguien.

Embagayado: Un adolescente internado con miedo.

Con corriente: Un adolescente que cometió una mala acción afuera y dentro del hogar corre riesgo de sufrir una paliza.

Encanutar: Esconder objetos robados.

Escabio: Alcohol casero creado mediante la destilación de trozos de cáscaras de frutas puestas al sol. Luego se le agregan psicofármacos.

Viaje: Drogado.

Voy a prender tuba: Hablar con la Policía.

Ortibas: Aquel que actúa en forma incorrecta.

Piola: Funcionario negligente de un hogar.

Rescate: Rescatar a un “ñeri” de manos de la Policía usando la violencia.

Hace 15 años, un estudio del entonces director de los centros de reclusión juveniles, Sergio Miglioratta, concluyó que el promedio de escolaridad de los adolescentes infractores era de tercer año de la escuela.

Hoy los internos culminan sexto año escolar. “Subió en los papeles porque la realidad es otra. Los adolescentes que llegan a los juzgados saben escribir su nombre y no su apellido”, dice el abogado de oficio de Adolescentes, Daniel Sayagués Lazo. Y agrega: “El 90% de ellos no tiene comprensión lectora. Llegan a sexto año para recibir beneficios sociales y luego abandonan en primero del liceo”.

Sostiene que los maestros los pasan de clase para no tener problemas de extra- edad. “Pero se han aflojado las exigencias” en las escuelas, advierte. Según Sayagués Lazo, el lenguaje “ñeri” muta permanentemente. “Los padres de esos adolescentes manejan, a su vez, un escaso vocabulario. Y los adolescentes usan esa jerga para poder comunicarse con sus pares”, explica.

En 2016 la Facultad de Psicología de la Universidad de la República presentó un informe sobre 37 niños internados por consumo crónico de pasta base. Los menores tenían entre seis y 12 años. “Hemos confirmado que el 100% de los niños analizados tiene un nivel de retraso mental que va de leve a moderado”, dijo en ese entonces Alfredo Parra, autor principal de la investigación. El estudio corroboró que a estos niños les cuesta la “conceptualización verbal”. Es decir: entender lo que dice el otro y expresar ideas por medio de las palabras. En contrapartida, han visto que aumentan las competencias “ejecutivas” que se relacionan con sus historias de vida. “Vienen de familias que hablan poco y hacen mucho, como traer la comida lo más pronto posible para la casa”, dijo Parra. La falta de empatía es otra de las características que pudieron detectar en esta investigación. El estudio revela que “no sienten culpa sobre lo que hacen”.

ElPais