Tomografías en portugués

Imagen ilustrativa

Tratándose de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), a nadie puede sorprender que todos los días aparezca un caso de presunta corrupción. Un lugar donde, al influjo de la presidenta del organismo, Susana Muñiz, han prosperado prácticas reñidas con las normas de buena administración, con la ética y, se verá, seguramente con las leyes. No es algo nuevo en la salud pública. Lo nuevo parece ser que algunos de los principales implicados, lejos de amilanarse, hacen de los señalamientos una virtud, reivindican y justifican haberse apartado del camino en aras de un presunto bien superior.

Un nuevo e insólito elemento ha surgido en torno al exdirector del hospital de Rivera, Andrés Toriani, uno de los implicados en maniobras que más ha apelado a esta técnica de huir hacia adelante, sintiéndose ofendido luego de haber hecho cualquier cosa (¡pero cualquiera, eh!) con los dineros públicos.

Pero antes de entrar es este escandaloso dato al que accedió El Observador, hagamos un repaso de qué es lo que se ha detectado hasta ahora en el hospital de Rivera, departamento donde la remoción de Toriani ha generado descontento popular porque el centro de salud había mejorado sus indicadores. Ahora algunos de los usuarios indignados impulsan a este exdiputado comunista como candidato a la intendencia del departamento fronterizo.

Los hospitales públicos reciben dinero para el pago de sueldos en función de los funcionarios que tengan, para gastos fijos, etcétera. Pero también reciben para servicios médicos. Y esto no tiene un tope porque ningún hospital se puede quedar sin hacerles análisis de sangre, tomografías, operaciones a sus usuarios. Se gasta tanto, el Estado aporta tanto.

 

¿Qué hizo Toriani? Trampa. Sabiendo que no le podían negar ese dinero, empezó a contratar funcionarios a través del rubro servicios médicos. Y lo hacía a través de una firma local, que fue propiedad de un jefe de servicio del hospital. (Hay otras contrataciones que Toriani hizo a través de otras empresas que también pertenecen a subalternos suyos en el hospital y que renunciaron, indignados, cuando el director del hospital fue removido. Se les había terminado la fiesta.)

Por esta vía prohibida por el Tocaf, Toriani contrató cerca de 100 empleados, aproximadamente un tercio del personal con que cuenta un hospital departamental. En 2010 los gastos por contrataciones fueron $ 411.840 pero para 2016 habían subido a $ 53.310.320. Se habían multiplicado por casi 130. Todo con dinero que otros hospitales públicos podrían haber usado para lo que sí está pensado ese rubro y no para contrataciones. Obvio que el de hospital de Rivera mejoró sus índices.

Pero al margen de los actos irregulares y presuntamente ilegales que Toriani cometió, es insólito que desde la izquierda haya voces que lo defiendan cuando, además, el médico frenteamplista incurrió en los siguientes comportamientos éticos y políticos: usó dinero destinado a otros hospitales, a otros usuarios, para un fin que no era el correcto (otros directores de hospitales podrían decir que para conseguir los logros de Toriani podrían haber incurrido en esta maniobra, ¡total!, si por ahora solo recibió apoyo de las autoridades de ASSE); afectó de esta forma los fondos del Fonasa con el cual se atienden todos los uruguayos; generó una complicada situación a trabajadores de la salud, porque ahora que se terminó la joda de la trasposición de rubros, se quedaron sin trabajo; benefició a algunas empresas locales, que se hicieron la América con comisiones, en detrimento de otras.

 

Y si esto último va contra una de las consignas de ciertos sectores de izquierda acerca de que no se debe tercerizar ni privatizar la salud pública, los nuevos datos muestran que Toriani, en su afán de protagonismo, incursionó en otro pecado casi mortal al que se opone la izquierda marxista y radical: no solo no privatizar servicios públicos, sino y mucho menos, extranjerizarlos.

Pues bien, médicos del hospital de Rivera, entre ellos Toriani, firmaron órdenes para que pacientes del centro público se hicieran tomografías en una clínica privada de Brasil. El Instituto Hugolino Andrade es una firma de análisis clínicos, sobre todo imagenológicos, ubicado en la rúa Manduca Rodríguez 200, en el centro de Santana do Livramento, Brasil.

Cientos de estudios de imágenes, informados en portugués, empezaron a llegar a manos de médicos riverenses, llevados por pacientes del hospital de Rivera. Entre los médicos que habían ordenado esos estudios a un centro privado extranjero figura Toriani. Y en los documentos el centro que aparece pidiendo el estudio es el hospital de Rivera.

¿Cómo hizo Toriani para birlar administrativamente algo que ya era insostenible e indefendible aun en su presunta buena intención ya que no se puede usar plata del Estado uruguayo para contratar, sin autorización superior, con centros extranjeros?

Las especulaciones parecen bastante certeras pero recién se confirmarán cuando Muñiz deje de repetir que su amigo Toriani no se apartó del Tocaf y muestre las facturas como se lo viene pidiendo la oposición: Toriani le pudo pedir a sus amigos y subalternos del hospital de Rivera que tienen centros de salud en ese departamento que le facturaran las tomografías y luego las enviaran a hacer a Brasil.

El problema es que en Rivera hay un solo tomógrafo y pertenece a una firma a la que Toriani ha intentado perjudicar no contratándole ningún servicio en beneficio de los que sí les contrató a sus amigos. Si quiso mínimamente emprolijar la maniobra, no tuvo otra que facturarle tomografías a una cooperativa de salud local… que no tiene tomógrafo. Cuando Muñiz libere la información se sabrá. Todos en el mundo médico lo saben: Muñiz no solo protege a Toriani con esta actitud; se protege ella porque es fácil determinar que sabía de todas las barrabasadas que hacía el exdirector del hospital.
¿Qué argumentos pueden dar Muñiz y Toriani sobre esta desprolijidad que trascendió fronteras?

Lo de Rivera fue un pequeño laboratorio de lo que logra y genera el populismo: un líder local que se hace fuerte por la vía de repartir y usar dinero que no solo no le pertenece sino que estaba destinado a otras cosas, generando un entusiasmo popular que es el que ahora se hace sentir con aplausos a Toriani y protestas por su remoción. Pero el dinero ficticio se acabó y decenas de trabajadores quedaron sin empleo, y el hospital va a caer en la realidad de utilizar los dineros que le corresponden, y no más. Mientras, el corruptor de este funcionamiento es erigido en posible candidato a la intendencia. Si la Justicia es una de las últimas fronteras en defensa de la democracia, es de esperar que se ponga en el camino de este personaje nefasto para el ejercicio de una democracia sana. No tiene ni siquiera que meterlo en un calabozo, alcanza con que lo inhabilite a seguir jugando con la esperanza de alguna gente y con el dinero de todos.

¡Y qué decir de Susana Muñiz y esta joda que apañó en sus hospitales! Porque de todos los hospitales públicos, que son un poco de todos, el de Rivera era mucho más de ella, porque por alguna razón su cómplice en ese lugar, Toriani, la nombró madrina del centro de salud.

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