Riiiiiing! (timbre de Iphone) Los empresarios se despertaron. Quizá se hartaron de que en la película del Uruguay aparezcan siempre entre los malos. A fin de cuentas, además de generar riqueza para todos, hoy producen un bien cada vez más escaso: el empleo.
Seguramente el creciente poder sindical llevó a que 23 poderosas organizaciones se nuclearan en la mega Confederación de Cámaras Empresariales, que esta semana entregó y divulgó un documento dirigido al presidente, Tabaré Vázquez.
Antes, los empresarios se metieron en la pugna por el poder al denunciar y lograr eco a sus reclamos en la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Concretamente cuestionan que el Estado intervenga como parte de la negociación colectiva y que las ocupaciones sean consideradas una extensión del derecho de huelga.
Y se movieron con habilidad. Aceptaron que esa queja no fuera considerada el mes pasado en la reunión anual de la organización para evitar empañar la visita del presidente.
A cambio lograron que el gobierno y los sindicatos aceptaran que esos temas sean zanjados luego de una visita de inspectores de la OIT a Uruguay, que se realizará en el correr de este año.
La estrategia empresarial consiste en esperar que los funcionarios de la OIT ratifiquen en suelo uruguayo los pronunciamientos y recomendaciones sobre los asuntos en disputa a los efectos de salir del blanco de mira. Al fin y al cabo, será un lío entre la asociación internacional del trabajo con el gobierno junto a los sindicatos.
Esta semana, sumaron un pronunciamiento público de cara a la discusión presupuestal en el que apuntan, fundamentalmente, a la variable macroeconómica más débil del gobierno: el déficit fiscal.
Se trata de la misma brecha en las cuentas públicas que llevó al gobierno a proponer ahora nuevos impuestos a contrapelo de su promesa electoral.
Esa fue la respuesta del gobierno al documento empresarial, que en vez de gravámenes planteó recortar la grasa en el Estado, suspender el ingreso de funcionarios públicos y, sobre todo, establecer una regla fiscal o tope para el déficit.
El documento de las cámaras empresariales es mesurado, tiene un tono ponderado, con perfil analítico y despojado de los adjetivos que suelen entorpecer la discusión. Es adecuado para luchar en inferioridad de condiciones y busca una legitimación en el plano de la opinión pública, la única que, con el correr del tiempo, puede equilibrar la balanza en contra de sus adversarios.
Pero una cosa es enfrentar una correlación de fuerzas adversas y otra el complejo de inferioridad.
Hasta ahora el empresariado había actuado en forma desorganizada y reactiva a las acciones sindicales, muchas veces en un tono simétrico al de su contraparte.
Esto parece haber cambiado. Al parecer, estos actores clave de la economía dejaron a un lado la vergüenza para subirse al debate y pelear por sus posiciones. Tienen discurso, estrategia y líderes en formación. Mucho más que algunos partidos políticos que tal vez en el futuro cercano puedan buscar allí sus planteles de renovación, igual que la izquierda pesca en los sindicatos.
El viejo actor se curó del pánico escénico, se puso un traje nuevo, y se sumó a la oferta de opiniones en la misma calle del gobierno, los partidos políticos y los sindicatos.
Bienvenidos al show.