Colonia es uno de los departamentos con mayor dinamismo económico de Uruguay producto de la conjunción de sectores como el turismo, la agricultura o la lechería, pero hay una pata de la mesa, la industrial, que está cada vez más débil y golpea con fuerza a la ciudad fabril insignia: Juan Lacaze.
De la vieja textil Campomar que cerró sus puertas en la década de 1990 –luego de casi 100 años de actividad– quedan galpones viejos, mientras que el futuro del único giro industrial que tiene hoy la firma Fanapel está en serio riesgo. «No solo están en juego los 300 puestos de trabajo que involucra esta empresa, sino todo lo que mueve el principal emprendimiento industrial de la ciudad», advirtió a El Observador el dirigente sindical Marcelo Olaverry.
La industria emblema de Juan Lacaze dejó de producir papel y envió a unos 247 trabajadores al seguro de paro porque su actividad dejó de ser rentable, según esgrimió el Grupo Tabepicuá –que integran capitales argentinos y estadounidenses– ante los trabajadores y el gobierno. La empresa puso como condición para seguir en pie que se reduzcan sus costos, como el de la energía eléctrica.
Por ello el Poder Ejecutivo presentará mañana una propuesta a una mesa de negociación tripartita para ver si convence a la empresa de volver a producir papel. Olaverry indicó que, luego de la instancia de negociación del viernes 13, una comisión técnica integrada por el Ministerio de Economía (MEF) y el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT analizará «con más detalle» los balances de Fanapel porque hasta ahora la información que puso sobre la mesa fue «bastante pobre», consideró Olaverry.
La única medida que ha tomado el gremio de la papelera es la de no cargar unas 3.000 toneladas de papel para el mercado argentino que están en stock en la planta de Juan Lacaze. El centro de distribución que la empresa tiene en Montevideo funciona con normalidad producto de unas 1.500 toneladas de papel que la empresa sacó hace unos días.
Macri jugó en contra
Contrario a lo que podría pensarse, la política comercial aperturista que promovió el gobierno argentino de Mauricio Macri le jugó una mala pasada a los intereses de Fanapel. Según explicó Olaverry, durante la «era proteccionista» del kirchnerismo la empresa lograba exportar –con algún retraso mediante por la liberación de las licencias de importación– su producción de papel a la vecina orilla. Sin embargo, cuando asumió Macri y liberó la importación, ingresó «papel barato» de Asia que terminó comprometiendo la competitividad de Fanapel en ese mercado.
La papelera exporta el 89% de su producción al mercado argentino y las ventas al exterior representan 60% de sus ingresos totales. En Uruguay tiene 70% del mercado, con marcas con fuerte penetración, como Papiros.
El desarme
El dirigente sindical de Fanapel comenta que en los trabajadores hay un «temor lógico» por el futuro de su fuente laboral producto del desmantelamiento industrial que en el pasado supo abarcar a toda la cadena del producto final que procesa la empresa. La industria tenía los campos donde realizaba sus propias plantaciones, luego cosechaba la madera y la chipeaba para procesar celulosa que luego terminaba en el papel. Hoy solamente queda en pie el último eslabón de la cadena.
En 2013, la empresa optó por adquirir directamente la celulosa a las plantas uruguayas UPM y luego también a Montes del Plata. Finalmente, a mediados de 2016 la firma se desprendió de 7.272 hectáreas de campos forestados por US$ 42 millones. Fanapel utilizó ese dinero para la cancelación de deuda financiera, con lo que la llevó a unos US$ 16,8 millones.
De acuerdo al último balance publicado en la Bolsa de Valores de Montevideo (BVM), la empresa cerró su ejercicio fiscal al 31 de mayo de 2016 con una ganancia de US$ 4,8 millones, una mejora respecto a los US$ 2,3 millones de utilidades que arrojó el año anterior, aunque el último dato estuvo influenciado por la venta de los campos. En un mensaje que Fanapel envió a los accionistas en esa oportunidad, indicó que el ejercicio finalizado en mayo de 2016 «fue uno de los más desafiantes para la sociedad», producto de condiciones macroeconómicas negativas tanto regionales como del mercado interno. La facturación de Fanapel alcanzó los US$ 76 millones, una disminución anual de 14%.
«Van a quedar solo los jubilados»
El sindicato de trabajadores de Fanapel tiene previsto convocar para el próximo 27 de enero una asamblea pública en la ciudad para discutir la problemática del empleo «con propuestas serias», ya que el futuro para la generación de puestos de trabajo genuino aparece cada vez más comprometido. Según comentó Olaverry, el otro emprendimiento industrial que viene funcionado «con mucho esfuerzo» y «algunos problemas de capital de giro» es la cooperativa textil Puerto Sauce, que inició su actividad con 80 trabajadores luego que el Poder Ejecutivo decidiera bajarle la cortina a Agolan en 2013. Esa industria era gestionada por la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND). En febrero del año pasado, el Fondes auxilió a la cooperativa con una línea de crédito por US$ 1,69 millones. Pero más allá de esos emprendimientos no hay otras grandes fuentes de empleo en la ciudad coloniense de 13 mil habitantes. Durante la administración de José Mujica, se intentó crear un parque industrial en el predio de 7,5 hectáreas que tenía la antigua Campomar. Sin embargo, esa iniciativa no prosperó y hoy la mayoría de esos grandes galpones están sin servicios básicos como luz y agua, dijo el sindicalista de Fanapel. «Terminó siendo un proyecto con título que nunca tuvo andamiaje», cuestionó. Por otro lado, el sindicalista también criticó la escasa relevancia que la Administración Nacional de Puertos (ANP) le da al puerto de Juan Lacaze como una posible alternativa para descongestionar la terminal de Nueva Palmira. «Queremos discutir el futuro del empleo en Juan Lacaze porque, si no surgen cambios, en 15 años acá solamente van a quedar jubilados», pronosticó.