UNA RECONSTRUCCIÓN AÚN PENDIENTE

Un día como ayer, el 2 de enero de 1865 cayó Paysandú.

Había sido defendida heroicamente ante el sitio impuesto por las  tropas del General uruguayo Venancio Flores con apoyo de soldados brasileños  y argentinos. El 2 de diciembre de 1864, Flores inició el sitio con el respaldo de tropas porteñas enviadas desde Buenos Aires por Bartolomé Mitre, uno de los peores enemigos de Artigas, y el apoyo del Marqués de Tamandaré al mando de una escuadra fluvial del Imperio de Brasil, compuesta por  corbetas  y cañoneras. Paysandú no se entregó a pesar de quedar rodeada por un ejército que inicialmente sumaba  5500 hombres,  y que el 27 de diciembre ascendió a  15 000 con la incorporación de las fuerzas terrestres de José Luis Mena Barreto, otro General brasileño.

 

Leandro Gómez y Lucas Píriz (quien murió en combate) se hicieron fuertes en el centro de la ciudad en un perímetro de doce manzanas, sosteniéndose de forma increíble ante la disparidad de fuerzas. Tuvieron que venir 15.000 para derrotar a  700. A pesar de la violencia del bombardeo desde el río y tierra, Paysandú, casi destruida, sin alimentos, ni agua, ni medicinas, resistió 30 días  con la bandera uruguaya flameando en lo alto de la torre de la iglesia.

 

Los sitiadores prepararon el asalto final la madrugada del 31 de diciembre, cuando un infierno artillero se abatió sobre la villa. Los defensores, habiendo padecido durante casi un mes  toda suerte de privaciones, resistieron 48 horas más  sin municiones, respondiendo el fuego enemigo con piedras, que era lo único que tenían. Leandro Gómez a través del Coronel Atanasildo Saldaña, que era su prisionero, pidió una  tregua para enterrar a los muertos. Este cumplió el encargo pero la respuesta fue negativa.

 

En esas  circunstancias, soldados brasileños sorprendieron entrando al último bastión de la defensa, gritando que se había convenido la paz, lo que desconcertó a los hombres de Gómez. Fue así que el Jefe de la resistencia se  vio de pronto rodeado  y tomado prisionero. Leandro Gómez rechazó el ofrecimiento de protección de los brasileños, exigiendo un careo con sus compatriotas. Con una respuesta favorable,  se le ofreció la garantía de su vida, pero traicioneramente fue fusilado en plena calle, junto con  Juan María Braga, Eduviges  Acuña  y Federico Fernández, únicos comandantes sobrevivientes al sitio.

 

Leandro Gómez fue  fusilado contra la pared de una casa a la salida de Paysandú. Recibió todos los disparos en el pecho, cayendo muerto en el acto. En una  mano tenía la nota en la que Flores, Mená Barteto y Tamandaré le habían ofrecido garantías por su vida y la de su estado mayor.

 

Tras la ejecución de Gómez, llamaron a  Acuña creyendo que era el siguiente Jefe, ante lo que protestó Braga, quien  exigió morir primero porque  tenía un grado mayor. Resueltamente se dirigió al paredón donde se paró y gritó  “’¡Tiren, cobardes!” y murió vociferando. Luego, siguiendo el orden descendente,  fueron fusilados  Acuña y Fernández. Este último se sacó las ropas de la cintura hacia arriba para que lo que quedaba de su uniforme no se manchara de sangre. Los cuatro cadáveres quedaron tirados en el suelo, expuestos a la intemperie. Se acercó entonces el comerciante Eleuterio Mujica, amigo personal de Leandro Gómez, a quien cortó la barba con una tijera, atándola con una cinta celeste; para entregarla  a sus deudos.

 

Las ejecuciones de los Jefes  fueron a las nueve de la mañana de un día muy caluroso, pero recién pasado el mediodía, se llevaron los cuerpos en carretillas al cementerio y se arrojaron en una fosa común, donde también fueron arrojados los cuerpos de los soldados de tropa  fusilados después según la costumbre, uno de cada cinco hombres.

 

Esta parte de nuestra historia nacional es conmovedora. La ciudad de Paysandú fue materialmente reconstruida, pero me pregunto cuánto tiempo más  nos llevará reconstruir el concepto de soberanía nacional que defendieron tan valientemente Leandro Gómez  y sus compañeros, que se expresa tan claramente en las palabras  que cierran la última proclama:

 

“El cielo os bendiga, porque tal vez sobre las ruinas de Paysandú debido a nuestra resolución de morir por la patria habéis salvado la República. ¡Mis amigos! ¡Mis hijos! El recuerdo de vuestro heroísmo en defensa de la independencia oriental queda grabado en mi corazón para siempre.” Leandro Gómez, diciembre 20 de 1864.

 

Por  Aníbal Terán Castromán
(Fuente: “Leandro Gómez, la defensa de la soberanía” de  Washington Lockhort. Está en internet)