El Uruguay actual, ahora con piquetes

No era paro, ni huelga, ni ocupación. Era piquete. La forma de presionar a las empresas para conseguir mejoras en la negociación de convenio salarial era la de impedir la libre movilidad de clientes, eso pasó en empresas de diferente ramo durante los últimos días, supermercados, laboratorios y el principal hotel de Punta del Este, y en muchos casos mintiendo a los clientes que preguntaban qué pasaba, a los que no les respondían que estaban haciendo un piquete para impedir el acceso al comercio, sino que era otra medida, como paro o algo similar.

El público veía que adentro de ese negocio había gente trabajando en sus puestos, pero, aunque la puerta estaba abierta, no podía pasar porque militantes sindicales no se lo permitían.

Y si algún trabajador no estaba de acuerdo con la medida y quería entrar a su puesto de empleo, tampoco se le permitía. Adentro se veía a otros que habían ingresado antes de que el piquete se hubiese instrumentado, y de alguna forma también quedaban sometidos a una violencia de sus compañeros de trabajo.

De esa forma, un grupo de militantes impedía a los clientes comprar en el lugar que preferían, los mandaban a otro supermercado al que no le hacían paro, y también prohibían al que quería trabajar poder hacerlo. O sea, en vez de convencer a sus compañeros de adherir a la medida, no dejaban que actuaran como creían que era mejor.

La excusa de que «ganan poco» no es válida ni aceptable. Porque puesto de esa forma es como que justifica todo. O sea que «el fin justifica los medios», y los medios a utilizar pueden ser incluso desbordes del marco legal.

Eso sucede también cuando se habla de que «gana poco», porque hay que ver cuáles son los puestos de empleo que se ponen de ejemplo. En una estructura empresarial en la que haya posibilidad de movilidad ascendente, el incentivo para el trabajador estará puesto en recorrer esa pirámide salarial para llegar lo más alto posible, y que cada escalón dado tenga consigo una mejora en el ingreso, que sea un estímulo.

El aumento del salario mínimo en una pirámide que se achata, resta incentivos a mejorar personalmente y ascender en la escala. No puede leerse esto como que «hay que matar de hambre a los que están abajo». Además, generalmente esos casos que se ponen como ejemplo son de personal muy joven, que vive con sus padres y que incluso está en edad de estudiar para formarse en un oficio o profesión.

Puede que una empresa no tenga esa chance de movilidad ascendente, pero que sea un negocio que funcione con personal joven, que está estudiando, y que tiene ese empleo para tener ingresos propios, pero que eso no supone que quiera hacer carrera ahí adentro. Pero es un empleo que no requiere estudios previos, ni un oficio, y que se paga poco porque el valor que genera es poco. Hay cierta hipocresía en el respaldo automático a cualquier planteo salarial, sin tomar en cuenta lo que es ese puesto.

Mucha gente escucha una nota en la que se habla de esos salarios bajos, y comenta en forma comprensiva: «Claro, ganan muy poco, tienen que darles lo que piden». Pero si tiene que contratar para su ámbito familiar o para un pequeño negocio personal a una persona, tiende a ser extremadamente cuidadoso en el pago, para no desequilibrar sus números. O sea que termina haciendo lo mismo que cuestiona.

¿Eso es por maldad?

No es por ser bueno o malo, sino por una lógica de la actividad en la que cada uno está. Hay puestos de trabajo que una empresa o un negocio chico pueden mantener, en la medida en que el costo sea soportable para eso. Pero si se altera esa ecuación, ese puesto se sacrifica.

Un salario mínimo parecerá siempre bajo, pero debe verse en la escala de los otros sueldos. Un trabajador puede entender que la diferencia entre lo que gana sin tener estudios ni oficio con lo que ganaría en el caso que sí tuviera cursos hechos es tan poco tentadora que no vale la pena formarse.

Pero todo eso es otra discusión; porque es la referencia al aparente motivo del conflicto, y no al método usado para la batalla sindical. Porque los gremios de trabajadores están formados para defender los derechos de sus asociados.

A veces disfrazan su meta para mostrarla como vinculante de un espíritu de defensa de valores nacionales. Y, en muchos casos, hay sindicalistas que se creen eso.
Es lo que sucede con gremios de empresas públicas que hablan de la defensa de la soberanía nacional cuando lo que están haciendo es proteger sus puestos y sus ingresos. Hacer creer que se defiende al país cuando se tranca una reforma estructural en ANTEL o en ANCAP puede ser bueno como operación de marketing, pero no es cierto.

Además, los trabajadores conocen desde adentro lo que pasa en un ente, y en privado comentan de las barbaridades de funcionamiento que comprueban, o del despilfarro en el que incurren directores y gerentes. Pero mantener el statu quo, que permita preservar puestos y salarios, es su meta y la operación de marketing ayuda a eso. No será justo con la opinión pública, ni será sinceridad con los contribuyentes a los que piden apoyo para que se sume a su reclamo, pero tampoco será ilegal.

El piquete es ilegal, abusivo e innecesario. Es violar la ley por capricho y por el desborde por sí mismo. La central sindical uruguaya ha celebrado la conquista de leyes que protegen y defienden a los trabajadores y fundamentalmente a los gremios organizados. La normativa sobre fuero sindical, la protección del derecho a medidas de lucha como la huelga son puestas como ejemplo de esas garantías para el ejercicio de la actividad gremial.

Eso es para usar en toda su extensión, pero es para manejarse dentro de la ley, no por afuera.

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