Cristian Caldas es un trabajador rural que regresaba a su casa conduciendo una moto en las primeras horas de la noche del pasado miércoles, cuando se encontró encerrado entre tres caballos sueltos en plena avenida Wilson Ferreira Aldunate, casi frente a la Escuela 57 de paso Ancho. No pudo evitar embestir a uno de ellos y en ese accidente sufrió lesiones que demandarán buen tiempo de recuperación. Afortunadamente salvó su vida, pero pudo haberse sumado a la lista de víctimas mortales de este tipo de hechos.
En Treinta y Tres la presencia de animales sueltos en la vía pública es un problema viejo. La Constitución de la República y la Ley 9515 mandatan al Intendente a ocuparse del tema. Posteriores leyes y decretos han ratificado esa responsabilidad hasta en tiempos de la dictadura, cuando una “Junta de vecinos” sustituía a la Junta Departamental. En febrero de 1984 se aprobó un decreto específico sobre tenencia de animales, que como otros de aquella época, nunca fue derogado.
Sin embargo el problema persiste y este reciente episodio nos obliga a volver a pedir a las autoridades respectivas que no descuiden el tema. Cada vez que se suscita un accidente de este tipo, la gente reclama que la Intendencia, la Policía y la Justicia “hagan algo”.
Es verdad que la primera responsabilidad es de los propietarios de animales, pero ello no exime de su responsabilidad a los organismos públicos encargados de actuar. En este caso en particular hay que resaltar que el dueño del caballo que fue embestido por Cristian se presentó en el domicilio del accidentado para preguntar cómo podía ayudar a la familia afectada y a comprometerse con el apoyo económico que sea necesario, lo cual es correcto de su parte. Sería bueno que también las instituciones públicas que tienen injerencia en el tema, le ofrecieran apoyo al accidentado – cosa que todos sabemos, no se estila- como forma de reconocer su cuota parte de responsabilidad en el hecho.
Pero hay otro aspecto en este episodio que llama poderosamente la atención. Una vez ocurrido el accidente, alguien avisó a una integrante del refugio de animales Los del Camino, quien se hizo presente en el lugar y allí, para su sorpresa, se le comunicó que la Justicia disponía que el caballo le fuera entregado a esa sociedad protectora de animales para ser sacrificado, cosa a la que se negó rotundamente, por entender que no era lo que correspondía. ¿Por qué se pretendió cargar con esa tarea a una organización honoraria que apenas puede subsistir gracias a la colaboración popular? ¿No era lo lógico que se encargara de tal misión a la Intendencia departamental, que sí tiene recursos para actuar y además tiene deberes en el tema?
Mientras le deseamos la más pronta recuperación a Cristian, hacemos un llamado a las autoridades respectivas para que cumplan con sus obligaciones a fin de evitar que este tipo de accidentes se vuelva a repetir. Al mismo tiempo corresponde resaltar la buena voluntad de la gente que lleva adelante el refugio de animales en Treinta y Tres, a la que en vez de cargar con más trabajo, las instituciones oficiales deberían valorar y ayudar mucho más.