A medida que pasa el tiempo, se prolonga el estado de emergencia y se hacen más patentes sus consecuencias, el terreno se va haciendo más propicio para que ocurra algo muy indeseable: el enfrentamiento de hinchadas. Por un lado los convencidos de que realmente estamos frente a una pandemia y por otro los convencidos de que no la hay.
Si la emergencia fuera motivada por un hecho indiscutible como una sequía, inundaciones, destructivos vientos o algo por el estilo, sería diferente. Pero en este caso no hay unanimidad respecto a la existencia de una pandemia. Ello enfrenta en el terreno científico dos bloques con opiniones fundadas, argumentadas y respetables, pero acecha el peligro de que el respectivo convencimiento de cada bando se transforme en posiciones dogmáticas e intolerantes.
Ya lo estamos viendo en las redes sociales donde los comentarios suben de tono y cada vez se parecen más a posturas de fanatismo típicas del fervor de las hinchadas con sus temibles barras bravas. De expresar desacuerdos a agredir hay un paso, y ese paso lo está dando cada vez más gente que supera el límite del nivel irónico y sarcástico al que había llegado, pasando directamente al insulto, la ridiculización y el desprecio. Se lanzan enérgicas acusaciones: “por tu culpa….”, “por imbéciles como vos…”, “por tu inconsciencia…”,etc. Y se vienen las respuestas: “encendé el cerebro y apagá la tele…”, “oxígenate, el tapaboca no te deja pensar…”, etc.
Descalificaciones como “conspiranoicos”, “terraplanistas”, “reptilianos”, “negacionistas”, son lanzadas de un lado y conceptos como “ignorantes”, “desinformados”, “rebaño” y “esclavos” se devuelven del otro.
Esta situación de choque no es inevitable. Se puede discrepar con respeto. Podemos intercambiar ideas, sugerirnos fuentes de información, cuestionar datos, invitarnos a la reflexión y el análisis. Es posible hacerlo sin humillar ni ofender. Sin recurrir a la mofa o al escarnio. Sin soberbia ni arrogancia. Desde la fraternidad y la buena intención.
Recordemos que el fanatismo induce a formas de violencia que causan heridas profundas y a cometer crímenes irreparables. Sería una pena que en este tema del famoso coronavirus, el comportamiento de hinchada le termine ganando al saludable ejercicio del libre albedrío.
Aníbal Terán Castromán
Diciembre 16 de 2020