Por una misteriosa confusión, el médico que denunció el crimen fue detenido cuando se iba de vacaciones al Uruguay. Dicen que el violador trabaja de remisero y frecuenta el Hospital de Pediatría. El chiquito está gravemente herido.
Una tarde de febrero del 2014, M. un nene de siete años fue a jugar a la casa de un amigo, vecino del barrio Jesús de Nazareth, en Resistencia, Chaco. El padre de su compañerito encendió una máquina de cortar pasto para ahogar sus llantos y gritos y lo violó. Le dijo que si contaba lo que le había hecho, lo mataría. Aterrorizado por la amenaza, el chico guardó silencio.
Poco tiempo después, empezó a sentir intensos dolores. Su madre inició una serie de consultas médica y, finalmente, M. llegó de urgencia al consultorio de Omar Ale, un cirujano. Presentaba un cuadro grave, con un absceso abdominal y pañales impregnados en pus. Al entrar al quirófano, el profesional descubrió con horrordestrucción de ano e intestinos. Hizo la denuncia en la comisaría 1ra. Dos años más tarde fue convocado a ratificar sus dichos y aportó más pruebas.
El victimario, Omar Alberto Verón, alias el «Japo», desapareció de los lugares que frecuentaba inmediatamente después de los hechos.
Entretanto. M. fue trasladado a Buenos Aires para ser tratado en el Hospital Nacional de Pediatría Garrahan. Fue sometido a una larga serie de intervenciones quirúrgicas, y varios procedimientos que incluyen una colostomía. M. no puede comer, tiene una ventana abierta en su pancita y vive conectado a dos máquinas.
Tres años y cuatro meses después de ser víctima del «Japo», M. declaró y relató su martirio en una cámara Gesell armada en el hospital, porque ante lo delicado de su estado no podía ser trasladado a Resistencia. ¿Qué pasó entretanto? ¿Por qué la justicia es tan lenta? No se comprende. El hombre que violó a M. está todavía en libertad, y a pesar de que no se conoce la existencia de protección ni su vinculación con sectores de poder, ocurren cosas extrañas que despiertan sospechas.
El pasado verano, en febrero, Omar Ale -el médico chaqueño que realizó la denuncia policial por la violación de M.- quiso salir del país con su mujer, sus hijos y sus padres, para pasar las vacaciones en el Uruguay. Cuando atravesaba la frontera por el puente Colón-Paysandú, fue detenido. La prefectura uruguaya le informó que tenía un pedido de captura internacional. Lo trataron con dureza, lo recluyeron en una habitación pequeña y ante su insistencia, le notificaron que estaba arrestado por una denuncia de abuso.
Cuando sorprendido preguntó por el nombre de la supuesta víctima y leyó el acta, resultó que se trataba de M. «¡No soy el abusador, soy el denunciante!», clamó el médico. Fue convocado entonces un gendarme argentino para anoticiarlo de la equivocación, pero eso no fue suficiente. «No lo podemos liberar», le contestaron cuando pidió irse. Tuvo que recurrir a un ministro provincial y al presidente del Colegio Médico para que desde el juzgado enviaran un fax al puesto fronterizo. El trámite demoró largas horas.
Recibió disculpas de una funcionaria de Migraciones y siguió camino. «Pensé en ir a Brasil pero decidí volver de mis vacaciones por el mismo puesto, porque sospeché que la situación no había sido resuelta. Efectivamente, no habían hecho ninguna gestión al respecto. De modo que aún hoy, no se si puedo salir del país sin ser detenido», alega.
El médico tiene miedo. «Dicen que al pedófilo lo ven en el barrio. También en Hospital de Pediatría, porque es remisero. Yo trabajo ahí. El tiene ventajas sobre mi, porque sabe que yo lo denuncié y me conoce. Puede tomar represalias en cualquier momento, porque no está detenido. Me siento en riesgo. No se explica cómo yo puedo tener inconvenientes para salir del país y el anda como quiere por Resistencia», protesta.
La familia de M., desesperada por la impunidad de que goza el victimario, recurrió a la fiscalía del Dr. José María Campagnoli, en Saavedra. Después de una reunión del procurador con la mujer, el gobierno de Chaco estableció una recompensa de 500 mil pesos para quien de con el violador.