LOS SACRIFICIOS A LOS DIOSES DE AYER Y HOY

El dios “Mercado” es mucho más sutil que “Moloch Baal”, un ídolo que fue adorado por fenicios, cartagineses y sirios. Generalmente Moloch o Baal, es representado como una figura humana con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo. Los sacrificios preferidos por Moloch eran los niños, especialmente los bebés, por ser los seres más puros.

 

Hoy día “Mercado” se conforma con un rito mucho más moderado. Una nota de La Diaria del jueves 26 de abril se tituló con la frase: “22.600 MUJERES PODRÍAN INCORPORARSE AL MERCADO DE TRABAJO SI EL SISTEMA CONTEMPLARA  EL CUIDADO DE SUS HIJOS”.  En ese artículo, se dice textualmente: “Según estimaciones oficiales, un total de 22.638 mujeres podrían integrarse al mercado de trabajo si el sistema de cuidados brindara una atención integral a niños menores de 12 años.”

 

De lo que se está hablando lisa y llanamente es de auxiliar a las madres en el cuidado de sus hijos para que puedan hacer trabajo remunerado. La idea es que ellas puedan salir de casa “a trabajar” con la tranquilidad de que sus hijos serán bien atendidos por personal debidamente capacitado y contratado por el estado. Así las mujeres podrían dedicar parte del tiempo que les insume cuidar a sus hijos en generar ingresos económicos.

 

Un programa de este tipo sería una nueva fuente de trabajo para muchas mujeres que pasarían a desempeñarse como cuidadoras de los niños de las mujeres que a su vez dejarían el rol de “amas de casa” para ingresar también al mundo laboral remunerado. Se multiplicaría así la paradoja que ya se presenta en el caso de algunas niñeras que dejan a sus hijos en manos de abuelas, tías, hermanas o vecinas, para ir a  cuidar los hijos de otras mujeres que a su vez van a trabajar en comercios, oficinas y fábricas.

 

Partiendo de las urgentes necesidades económicas que padecen muchísimas mujeres uruguayas, especialmente las que son “jefas de hogar”, y su derecho de acceder a puestos de trabajo en un mundo donde los hombres en general tienen más oportunidades y mejores salarios, creo que este asunto es buen disparador de reflexiones en torno a los valores que rigen nuestra época.

 

Una señal explícita de esa escala de valores puede observarse cuando alguien – hombre o mujer- se excusa de aceptar una invitación “por razones de trabajo”. En nuestra sociedad esa explicación es casi inobjetable.  En cambio, excusarse “porque voy a llevar los niños a la plaza” o “voy a visitar a mi abuela”, no sonará tan convincente. Creo que es un ejemplo muy ilustrativo de las prioridades de nuestra sociedad.

 

Asimismo, lo extendida que está la idea de que todo se vende, queda expuesta constantemente en los medios de difusión. Hay  una pregunta que la conductora del exitoso programa argentino “Ojos que no ven”, le hace muy a menudo a quienes buscan pareja: “¿Vos cómo te vendés”? Con esa frase le pide a los participantes que se presenten destacando sus virtudes en el intento de mostrarse atractivos. Es significativo que se plantee esa presentación de una persona como un acto publicitario para vender un producto.

 

El hecho de que la sociedad asume la lógica de la remuneración asoma también en el manido tema de la contratación del periodista Fernando Vilar en una cadena de radio y Tv del gobierno uruguayo. El comunicador en ningún momento dijo que lo había hecho sin cobrar nada, como si esa absurda idea estuviera completamente descartada como algo inconcebible. Explícitamente él mismo dijo en una de las entrevistas concedidas respecto a este asunto: “Yo no hago nada gratis”.

 

En este contexto, debemos asumir entonces que cuidar de los hijos puede llegar a ser una tarea frustrante porque no se paga. Tal es así que ha habido iniciativas, que desconozco si en algún lugar prosperaron, para remunerar el trabajo hogareño de las amas de casa, con jubilación y todo, como cualquier trabajador. Ese intento de transformar en dinero el tiempo dedicado a las tareas de la casa, muestra claramente cual es la idea que algunos tienen del trabajo voluntario, incluido el que se hace por amor maternal. Como decía un cartel el pasado 8 de marzo en una marcha: “NO ES SOLO AMOR, ES TRABAJO NO REMUMERADO”.

 

Es obvio que a muchas madres de hijos pequeños  –la mayoría- no les queda alternativa y tienen que “salir a trabajar” porque lo que gana su compañero no alcanza, o porque están solas. Ambas razones suelen tener raíces comunes, ya que los salarios bajos y la descomposición familiar a menudo son piezas del mismo puzle. La cuestión de la realización personal también opera, ya que nuestra sociedad espera de las mujeres que sean algo más que madres para darles reconocimiento como protagonistas de la vida social, mientras aún tienen mucha fuerza  la asignación tradicional de roles de género recargando a la mujer con la parte más pesada en el cuidado de los niños. Esa dualidad  cultural presiona mucho a las madres de hoy.

 

Pero en el trasfondo de esta situación está el hecho evidente de que los salarios en general son muy bajos en relación al costo de vida siempre aumentante. ¿Qué pasaría si la remuneración salarial fuera más decorosa en el caso de muchos hombres cuyas compañeras hoy tienen que “salir a trabajar”? ¿Qué pasaría si el estado uruguayo priorizara la función maternal como el elemento básico que es para la formación de la sociedad y se jerarquizara ese rol que hoy se ve como un freno para la economía familiar y como factor que priva al país de más fuerza laboral femenina? ¿Qué pasaría si los hombres participáramos  más en el cuidado de los hijos? ¿Cómo impedir que la dependencia económica de las mujeres que no “salen a trabajar” las haga vulnerables a violencia de género? Preguntas de ese estilo podemos hacernos muchas,  y creo que las respuestas nos irían guiando a la necesidad de revisar el modelo social que tenemos, en el que el dios  “mercado” lo mide todo en términos de poder adquisitivo, al tiempo que el cuidado de los niños sigue siendo considerado un deber femenino.

 

Personalmente creo que deberíamos buscar la forma de que padres y madres puedan pasar más tiempo con sus hijos. Sería un buen comienzo para intentar fortalecer un vínculo cada vez más deteriorado por la prioridad laboral que impone un sistema que a todas luces está fracasando. Revalorizar los roles paterno y materno debería ser uno de los principales objetivos para una sociedad que no quiera ver a sus miembros reducidos a meras piezas de una gigantesca maquinaria consumista. La consigna debería ser exactamente lo opuesto a la tendencia actual: más tiempo de calidad para estar en casa, menos tiempo a la venta en el mercado laboral.

 

¿Un objetivo imposible? Si mientras rija el sistema capitalista que promueve la explotación, la competencia y la concentración de la riqueza. Al ver la especie humana subyugada por un aparato económico/financiero que está aislando y esclavizando cada vez más a las personas, pienso que no es más que un asunto de dioses y altares de distintas épocas.  “Mercado” apetece el mismo tipo de sacrificios humanos  que otros dioses, solo que según las pautas que le permite la evolución social de los últimos cuatro mil años.

 

Queriendo romper con esos rituales,  los humanistas vamos por otro modelo basado en la cooperación, la fraternidad y la igualdad de oportunidades.

Aníbal Terán Castromán

Miembro Pleno del Partido Humanista, integrante de Unidad Popular