La muerte lenta y los desechos electrónicos

En Agbogbloshie, un barrio suburbano de la capital de Ghana se ubica el mayor vertedero de desechos electrónicos de África Occidental. Se trata de una de las áreas más contaminadas por metales tóxicos del continente africano. Para muchos ghaneses es fuente de subsistencia; pero lo que les da de comer, los acaba matando.

Los desechos electrónicos llegan a Ghana desde EE.UU., Australia, Europa Occidental y en varios cientos de toneladas anuales. En el vertedero electrónico de Agbogbloshie hay suficiente trabajo para todos: tanto para los recolectores de desechos como para aquellos que les proporcionan todo lo que puedan necesitar, como, por ejemplo, comida. Aunque la legislación ghanesa lo prohíba, cientos de menores, huérfanos en su mayoría, trabajan en este lugar.

«La extracción de cobre no es muy rentable. Yo recolecto el metal para venderlo. Gano unos 20 o 40 cedis al día (3 o 5 dólares al día)», afirma Emmanuel Akandírike, un joven de 14 años que ha pasado toda su infancia en este vertedero. Jamás ha ido a la escuela, así que no tiene a dónde ir. Para él este trabajo es su única fuente de subsistencia.

Abdulai Abdul Rahamani, coordinador del vertedero, cuenta que comenzaron a recoger chatarra en 1991. «En aquel entonces éramos 15 personas y ahora somos 4.000-5.000. La chatarra es un buen negocio (…) nuestro trabajo es el número uno en Ghana», sostiene.

«Es como si uno tomase raticida a diario»

La quema de cualquier tipo de plástico produce emisiones tóxicas, combinaciones de sustancias que están en la lista de los venenos más peligrosos del mundo, revela Víktor Shaffer, gerente del vertedero. «Acorta la vida a un ritmo acelerado, es como si uno tomara raticida todos los días», alerta.

No hay una estadística exacta de cuánta gente muere por intoxicación en Agbogbloshie. Nadie registra el número de enfermedades causadas por este desastre ecológico.

Shaffer sostiene que Agbogbloshie «tiene dos caras». «En una se encuentra el mayor mercado de África Occidental. Y en la otra, la mayor zona de contaminación no solo de África Occidental, sino de todo el mundo. Y por el medio, una simple calle», indica.

La situación de los trabajadores del lugar parece no tener esperanza de cambio. «Han de conseguir entrar en el sistema de alguna manera para poder alimentarse y sobrevivir en Acra. Los que tienen algo que ver con la chatarra electrónica, lo saben perfectamente (…) los chicos no tienen elección. No pueden decir: ‘Queremos más dinero’, porque en ese caso les dirán: ‘Está bien. Si quieres más dinero, vete de aquí'», sentencia Shaffer.

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