Productores se organizan contra el estado. «No puede ser que un tambero trabaje de sol a sol y se funda haciendo las cosas bien»

Una rebelión por Whatsapp contra «el ISIS uruguayo» y los «comunistas de mierda».  Productores rurales coordinan sus protestas a través del grupo «Todos campo y patria»

Buen día, una consulta: ¿A qué hora empezamos a cortar? ¡Avísenme!», le grita Fernando a su celular y presiona enviar. María comunica que, según escuchó, algunos camiones ya están camino a Minas para trancar la ruta. Mauricio explica que, por ahora, hay que esperar.
La revuelta se gesta por Whatsapp. Desordenados pero furiosos, y sin saber bien qué deparará el movimiento que están gestando, cientos de productores agropecuarios y trabajadores rurales independientes discuten cuál es la mejor manera de hacer valer sus reclamos, para combatir los problemas de competitividad que afectan al sector y la baja rentabilidad de sus negocios.

El teléfono no para

Pese a que una autoconvocada reunión en Paysandú, de la que participaron unas 500 personas, postergó para el próximo 23 de enero la resolución de las medidas, la conversación continúa en una decena de grupos armados especialmente para el movimiento. Como en un loop, la discusión infinita se sucede entre acusaciones al gobierno, a los sindicatos y a las gremiales empresariales, debates sobre las eventuales medidas a tomar, y testimonios sobre la dura realidad de algunos productores.
«Acá en el Uruguay hoy por hoy no existe una sola empresa, sea en el ramo que sea, que esté bien», dice uno de los integrantes del grupo «Todos campo y patria», que nuclea a unos 250 participantes, y cuyo ingreso está abierto a todos los que reciban un link para entrar. «No puede ser que un tambero trabaje de sol a sol y se funda haciendo las cosas bien», reprocha otro empresario.
Pero si bien los diagnósticos y la preocupación son compartidos, no así las formas de combatir esa realidad. Mientras los más radicales plantean cortar las rutas nacionales y evitar el ingreso de productos alimenticios a las zonas más pobladas, otros advierten que eso se podría volverse en contra del movimiento.
Alfredo es uno de los que intenta hacer notar ese punto y poner paños fríos. «No se debe ir en contra de la gente. A mí no me parece correcto coartar libertades», contesta el productor ante los pedidos de medidas más urgentes. Fabricio, otro trabajador, lo apoya recordando que «el corte de ruta está penado por ley y las fuerzas policiales tienen el amparo del gobierno para desalojar». Poco le importan sus palabras a José, quien propone jugarse toda la ropa. «Si vamos 100% por lo legal no vamos a lograr nada, no nos van a escuchar», comenta.

Patrones y empleados

Aunque el movimiento es promovido, en buena medida, por empresarios del campo, también cuenta con el apoyo de trabajadores de distintos rubros, como un excamionero que abandonó su tarea por la magra retribución. «Yo paré hace seis meses, me bajé del camión porque estaba haciendo viajes de Rivera a Montevideo y me daba $ 1.300 por viaje. Llegás a comer una milanesa en Paso de los Toros y son $ 260. Sacás las cuentas y lo que te queda por viaje son $ 200 y $ 300. Cualquier gurí haciendo mandados gana eso», cuenta en un audio enviado al grupo.
«No se olviden –continúa–: el país se mueve sobre ruedas. Cada botella de agua mineral que ponen en la mesa, cada pedazo de pan que come, cada pedacito de carne, cada ropa que se pone, cada calzado, lo que sea, todo viene arriba de un camión».

Foro sin rumbo

Si bien el grupo nació con la intención de coordinar acciones de protesta, el orden brilla por su ausencia entre la catarata de mensajes, que suelen derivar en discusiones políticas más dignas de foros de internet, donde el Frente Amplio y el PIT-CNT se llevan la mayor parte de los golpes.
Elbio, por ejemplo, acusa al gobierno de estar «trayendo inmigrantes cubanos» a quienes «le dan cédula uruguaya y tarjeta Mides para que voten en las próximas elecciones». Richard agrega que la izquierda «ha inventado» planes «socialistas» y otros «para gays y lesbianas» con el objetivo de «asegurar votos», perjudicando a los «menos» que quieren «salir adelante trabajando». Manuel dice que «el PIT-CNT es el ISIS uruguayo», y Mauricio acota: «que se vayan a cagar los comunistas de mierda».
Armando, por su parte, argumenta que al Frente Amplio le es más sencillo movilizarse, porque «recluta a gente necesitada». «No es que seamos oligarcas, ni fachos, ni carrasquitos ni La Tahona. Somos la clase media, que no está acostumbrada a la movilización ni a la militancia. A los pichis estos les dan un choripán, les dan un plan social, un poco de agua, un poco de vino o lo que fuera, y ahí arrancan», agrega.
Alfredo, otra vez, intenta encarrilar la conversación. «No pierdan tiempo ni energías hablando del PIT-CNT o política. Esto es por rentabilidad y costo de vida», escribe. «Si nos ponemos a politizar nos vamos por las ramas. Acá lo que hay que lograr es una presión para que los políticos se preocupen en cumplir con su tarea y nos representen haciendo el trabajo que les estamos exigiendo: darnos a los productores rentabilidad».
A pesar de las insistentes sugerencias para elegir un líder o un vocero que establezca una estrategia clara y definitiva, la moción nunca prospera. «Si van a hacer algo decídanse. Yo les atravieso el tractor en la ruta y me voy y que se manejen», dice Leonardo, vencido por la impaciencia.