El Sol ha experimentado una eyección de masa coronal en los últimos días. No sería nada del otro mundo si no fuera porque esa actividad se ha producido en una región orientada hacia la Tierra, lo que significa que el exceso de viento solar llegará a la Tierra en forma de tormenta geomagnética.
El Centro Nacional de Predicción de climatología Espacial de Estados Unidos (SWPC por sus siglas en ingles) ha emitido una alerta de tormenta geomagnética. La primera parte de ese frente de viento solar, de nivel G1, ya ha llegado a la Tierra hoy día 1 de septiembre. Mañana, las condiciones empeorarán hasta el nivel G2.
El aviso suena muy apocalíptico, pero en principio no hay por qué correr al supermercado para hacer acopio de víveres con los que afrontar un eventual colapso de la civilización. De ese colapso ya nos estamos encargando nosotros mismos poco a poco. El SWPC (que depende de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica o NOAA) tiene una escala de cinco niveles de tormenta geomagnética.
El peor escenario es una tormenta de nivel G5, que tiene el potencial de interferir con estaciones eléctricas en tierra, afectar a naves espaciales en órbita o a la ISS, y producir un apagón en las telecomunicaciones en toda la cara del planeta orientada hacia el Sol en ese momento.
Las tormentas geomagnéticas de nivel 2 o G2 se consideran moderadas. Entre sus efectos está el producir auroras visibles mucho más al sur de donde son comunes. En lo que a efectos sobre la tecnología se refiere, pueden provocar interferencias de radio en algunas latitudes y alterar un poco las trayectorias y ángulos de algunos satélites. A nivel del suelo es posible que la tormenta pueda dañar transformadores eléctricos en determinadas latitudes si se prolonga mucho tiempo. Por lo demás, no hay absolutamente nada que temer.
Las tormentas geomagnéticas están asociadas a un aumento del viento solar, y este a su vez aumenta debido a a la aparición de agujeros en la corona solar, lo que popularmente se conoce como manchas solares.
Es bastante común que estos agujeros provoquen tormentas de nivel G1 a G3. Lo que ocurre es que raramente esas tormentas están orientadas a la Tierra. Somos un blanco muy pequeño en la inmensidad del Sistema Solar.
La tormenta geomagnética solar más potente registrada se remonta al 2 de septiembre de 1859. Fue el famoso Evento Carrington. No tenemos manera de medir directamente la potencia de aquella tormenta, pero los reportes de la época hablan de una interrupción completa de los servicios de telégrafo y de auroras que fueron visibles incluso desde México.
A día de hoy, nuestra tecnología va mucho más allá del telégrafo y es mucho más omnipresente. Se calcula que una tormenta como la del evento Carrington podría ocasionar daños de 2.6 billones (billones europeos) de dólares solo en Estados Unidos. Por fortuna, la tecnología también nos permite monitorizar la actividad solar y predecir la llegada de estos fenómenos con bastante antelación.
Gizmodo