Pronto se cumplirán ocho meses de vida en medio de restricciones inéditas que nos han afectado notablemente. El distanciamiento social impuesto alteró las relaciones humanas al punto que cuando nos vemos dudamos en tocarnos, aún entre familiares cercanos y viejos amigos.
El tapaboca, el alcohol en gel, la toma de la temperatura para entrar a las oficinas públicas, esperar turno en las veredas de los comercios, cintas impidiendo el ingreso a espacios públicos y policías invitándonos a dispersarnos, forman parte de nuestra rutina diaria. Celebraciones suspendidas, clubes inactivos, clases mediatizadas por internet, teletrabajo, seguro de paro, despidos, cierre de empresas, cirugías y otras terapias suspendidas completan un panorama que ha potenciado el avance de enfermedades oncológicas, soledad, depresión, endeudamiento y pobreza en una sociedad en estado de emergencia. Los ancianos encerrados en sus propias casas o privados de visitas en geriátricos, han sufrido especialmente el alejamiento de sus afectos en medio de lo cual muchos han llegado muy solos al final de sus vidas.
¿Somos conscientes del alto precio que estamos pagando al vivir así de condicionados? ¿Cuáles son los beneficios que hemos obtenido por este condicionamiento? Creemos que vale la pena detenerse a pensarlo.
Debería preocuparnos particularmente el intento de imponer algunas limitaciones de derechos y libertades garantizados por la Constitución de la República. Ya tiene media sanción parlamentaria un proyecto de ley que pretende convertir en delito (aún en el caso de que no produzca ningún daño) la simple transgresión de protocolos sanitarios. Ello significa que un decreto o reglamento referente a la salud pública serviría para tipificar un delito que lleve a la cárcel.
Junto con ello merece consideración la falta de debate en torno a las distintas opiniones científicas respecto a la gravedad y el tratamiento que corresponde aplicar ante la acción de un virus con las características del que ha motivado la declaración de pandemia. Llama la atención la imposición de una versión oficial incuestionable, que desestima los argumentos que la ponen en duda. No solo la mayoría de los medios de información tradicionales de mayor influencia, sino las empresas que controlan internet, censuran contenidos que no se ajustan a esa versión. ¿Por qué esa cerrada actitud tan marcada en este tema y no en otros de gran impacto social?
En tal sentido también resalta el énfasis que se pone en la responsabilidad individual de la población como si el éxito ante la pandemia dependiera de su acatamiento a instrucciones del tipo “quédate en casa”, “usa tapabocas”, etc, pero no se fomenta la alimentación sana, el ejercicio apropiado, el buen descanso y demás acciones que ayudarían a levantar las defensas inmunológicas y gozar de una mejor calidad de vida.
Un capítulo muy importante tiene que ver con nuestros niños. Ocho meses en la vida de un niño es mucho tiempo. ¿Qué secuelas dejará en la sociedad del futuro este largo período de relaciones interpersonales tan limitadas? Dado lo que sabemos respecto a la enfermedad de la que se les quiere proteger: ¿se justifican esas medidas que no favorecen el desarrollo de habilidades facilitadoras de la convivencia social? ¿No será mayor el daño causado que el beneficio perseguido con el distanciamiento social?
Creemos que las medidas adoptadas a partir de los criterios de la OMS deben ser revisadas. La población uruguaya merece una apertura para que se escuchen las voces cuestionadoras, convencidos de que ningún perjuicio puede sobrevenir si se permite dudar de los fundamentos en los que se basan tales medidas. Si éstas resisten esos cuestionamientos, se verán fortalecidas, si no los resisten serán corregidas para bien de todos. ¿Por qué negarse a un cotejo de argumentos del que puede derivar tal beneficio?
Esta carta no es de protesta ni de rebeldía, es una señal de preocupación ante lo que creemos es un manejo insatisfactorio de una situación que nos ha sorprendido a todos, autoridades y ciudadanía. No atribuimos a nadie mala intención, solo creemos que es tiempo de revisar lo que se está haciendo a la luz de los resultados obtenidos.
Aníbal Terán, Marcos Vecino, Carol Portillo, Jorge Medina, Betina Ramírez, Fernando Fraga, Dimas Ipuche, Ángela Pereira, Alejandro de León, Sebastián de Armas, Susana de León, Anyela Mariño, Matías Machado, Yully Denis, Andrea Toscano, Oscar Aguiar, Rocío Gómez, Antonio Jorge, Bilma Fernández.