Gustavo Castro murió de hipotermia. Era uno más de los muchos uruguayos sin hogar que deambulan en las calles de Montevideo. La autopsia nos da una respuesta técnica al decirnos la causa del fallecimiento, pero a partir de los testimonios conocidos y de un análisis más exhaustivo de la realidad social, podemos ir más allá hasta llegar al verdadero “frío” que lo mató, el de un sistema socioeconómico basado en la competencia, que fomenta el egoísmo, la discriminación y la insensibilidad.
La llamada “situación de calle” no es un problema nuevo, pero es un problema acentuado por un estilo de vida que tiende a la destrucción o el debilitamiento del entramado de contención conformado por la familia, la escuela, el barrio, el trabajo, el deporte, etc, contribuyendo a la multiplicación de casos de soledad, aislamiento y marginación que en su expresión más trágica, se reflejan en la presencia de tantas personas sin hogar.
El colectivo NITEP (Ni todo está perdido) que intenta reunir en Montevideo a personas sin hogar en una organización contenedora y reivindicativa, emitió pocas horas después de conocida la noticia de la muerte de Gustavo, un comunicado que afirma: “Las víctimas del frío son víctimas de la indiferencia y la negligencia de un sistema injusto que no protege de igual forma a la ciudadanía”, y culmina su mensaje con las palabras: “Por una sociedad que abrace y no que expulse.” Nos parecen muy significativas esas palabras.
Como denuncia NITEP, no observamos respuestas políticas apropiadas de parte de quienes deberían subir la temperatura social. La Ley de Urgente Consideración, que es el instrumento programático del nuevo gobierno en el que se confirman sus prioridades, endurece aún más la llamada “ley de faltas” y por consiguiente profundiza la criminalización de la pobreza. Mientras el gobierno se empeña en proteger al gran capital, se aplican recortes a las políticas sociales para que la crisis económica en curso la paguen los que menos tienen. La pobreza, el desempleo y la precarización del trabajo, son alentadas por medidas que repercuten en la salud, la educación y la calidad de vida de la población en general. Esas medidas típicas del modelo neoliberal, son factores que bajan la temperatura social hasta producir un frío mortal.
Para combatir ese frío, no basta con arrimar leña al fuego de la solidaridad expresada en ollas populares y otras meritorias acciones de ese tipo, porque no es una tarea de filantropía la que nos llevará a una sociedad más equitativa. Hay que promover políticas de justicia social para combatir el fenómeno del enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de muchos, lo que fortalecerá la autoestima de cada ciudadano, que debe sentirse valorado y alentado a dar lo mejor de sí. Con las medidas que se están tomando y las que se anuncian, no creemos que se deba esperar otra cosa que el descenso de la temperatura social.
Desde el humanismo seguimos trabajando para ayudar a las personas a manejar sus ansiedades personales con instrumentos eficaces de autocontrol, sin descuidar la importancia del quehacer político, terreno donde se define en gran medida la temperatura social, que será la adecuada, cuando todos los seres humanos tengan sus necesidades básicas satisfechas. Eso es posible, los recursos están, se trata de administrarlos mejor promoviendo una sociedad más solidaria y sensible.
Quienes quieren que creamos que eso es una utopía, son los que no están haciendo lo que deberían hacer para evitar que haya más uruguayos empujados a la intemperie, donde hay un frio que mata.
Aníbal Terán Castromán
Treinta y Tres, julio 2 de 2020
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