Este 5 de junio se cumplen 115 años del nacimiento de Serafín José García Correa, quien firmó su impresionante obra literaria como Serafín J García. Su libro “Tacuruses”, editado en 1935, es el más conocido y en su introducción presenta a un personaje solitario por elección, muy seguro de sus convicciones, rebelde y crítico de la sociedad en su conjunto y en especial de la clase acomodada. Parte de ese texto titulado “Orejano” fue musicalizado e interpretado por “Los Olimareños” transformándose en un clásico del folclore uruguayo.
Este personaje creado por Serafín denuncia la hipocresía de los políticos que elogian “divisas ya desmerecidas” y hacen “promesas que nunca cumplieron”, y declara “No sigo a caudillos”. Vale la pena detenerse a pensar un poco en esa frase.
Es interesante que el diccionario diga que caudillo es un “título con que se adaptó en español la voz alemana führer y la italiana duce», lo que vincula la palabra en cuestión con siniestros personajes como Hitler y Mussolini. Sin embargo en lenguaje vernáculo el término se utiliza para definir la influencia carismática de ciertos líderes que en nuestra corta historia se destacan por haberse ganado la lealtad incondicional de buen número de seguidores especialmente en el terreno político. Comenzando con Artigas, podemos poner en lista a Rivera, Lavalleja, Oribe y así sucesivamente una larga serie de actores ineludibles de nuestro pasado nacional.
“Los caudillos eran los dirigentes políticos del medio rural. Muchos de ellos poseedores de grandes extensiones de tierra y todos con una gran influencia sobre los hombres de la campaña. Se destacaban por ser buenos jinetes, conocían los caminos, compartían las costumbres del gaucho: mate, asados, juegos, y eran hábiles en el manejo de lanza y lazo. Interpretaron de forma instintiva las necesidades de las masas rurales. Los caudillos recibían el apoyo popular, logrando la adhesión para las divisas que representaban.”
En contraposición en aquel mundo bipolar estaban “Los doctores” que “eran los principales dirigentes políticos de la ciudad de Montevideo. Tenían una formación universitaria, la mayoría de ellos eran abogados, provenían de las familias más ricas de la sociedad y estaban unidos culturalmente a Europa. Estaban formados intelectualmente en las ideas del Liberalismo Europeo de siglo XIX: fueron quienes quisieron imponer un nuevo modelo de país donde se respetara la constitución, con una economía moderna. No contaban con el apoyo de la mayoría de la población a quien estos doctores no tenían en sus planes.”
(citas tomadas de “Comprender el Uruguay actual”, Cabanilla y Gutierrez, Editorial Monteverde, año 2000)
Aquellas épocas de lucha entre caudillos y doctores dieron lugar a formas más sutiles de disputa del poder en las que fueron apareciendo dirigentes políticos producto de los nuevos tiempos, a los que bastó ser referentes mayoritarios de sus partidos para ser llamados “caudillos”. Precisamente a ese contexto refieren los versos del “Orejano”.
Está claro que ya no existen “caudillos y doctores” del tipo original, porque los tiempos siguieron cambiando y cada vez es menor el apego a una figura política destacada. Cada vez hay más “orejanos”, ciudadanos que no son seguidores de nadie y si votan van cambiando de partido en función de las coyunturas electorales sin aferrarse a una divisa en particular.
Por eso la frase “no sigo a caudillos” cobra una tremenda vigencia, aún sin implicar que los “orejanos” de hoy encarnen en su plenitud la rebeldía anarquista de “Tacuruses”. Es tentador preguntarse si es bueno o es malo que se haya terminado el tiempo de los caudillos. Sin jefes, caciques ni patriarcas estamos mejor, aunque podamos añorar a veces el nacimiento de un nuevo Artigas para poner en sus espaldas esa carga pesada de liderazgo para la que parece que hoy nadie da la talla.
En todo caso es buena la oportunidad para agradecerle una vez más a Serafín ese retrato impresionante de sabiduría criolla que hace en las páginas de “Tacuruses”, invitándonos a reflexionar en la diferencia entre “acaudillados” y “movilizados”, “lealtad” a una idea y “sumisión” a un líder, “compañerismo” y “masificación”, “integración” y “absorción”.
Grande Serafín, que 85 años después de haber publicado su “Orejano”, nos sigue haciendo pensar.
Aníbal Terán Castromán