Lo serie de homicidios registrados el pasado fin de semana en nuestro país nos interpela, despierta la imperiosa necesidad de encontrar una respuesta. Tenemos que asumir que estos episodios entran en contexto con la sucesión imparable de homicidios ocurridos en los últimos tiempos, incluyendo los acaecidos dentro de las cárceles donde los asesinatos marcan record histórico.
¿Qué está pasando con la sociedad? ¿Por qué aumentan incesantemente los atentados contra la vida humana? ¿Qué motiva esta crisis de valores que produce tanto derramamiento de sangre?
Los humanistas venimos denunciando un deterioro social que tiene sus raíces en un modo de vida centrado en el egoísmo y la competencia. Quien mata suele ver a su víctima como un obstáculo que no le permite acceder a lo que desea, o como una acción justificada en la necesidad de aplicar un castigo, ejecutar una venganza, o simplemente lo hace en un estallido de cólera o desesperación. Nadie actúa así si cultiva los valores que son barreras infranqueables ante impulsos criminales. Pero todo el sistema socioeconómico en que vivimos erosiona esos valores constantemente. La vida cotidiana de muchos es un continuo aprendizaje del uso de la violencia como recurso válido. ¿Podemos esperar la pacificación de la sociedad si no se promueven buenas relaciones humanas y se ayuda a aprender cómo manejar conflictos y ansiedades?
Este doloroso fin de semana con siete homicidios entre viernes y domingo estremece al país y es una muestra impactante de la violencia que hay que combatir con un cambio de paradigmas muy profundo. En este momento de asombro colectivo ante tanta violencia, los humanistas renovamos nuestro compromiso con la tarea de contribuir a humanizar el mundo, tan bestializado por un sistema injusto en el que la violencia es intrínseca y se practica e inyecta incluso desde y en instituciones públicas permeadas por los antivalores del poder hegemónico violento y homicida.
La violencia se combate en su raíz y para ello hay que desmontar las estructuras responsables de fomentar las condiciones que la generan. Para ello hay que promover la “no violencia activa”, pues tal como la violencia se aprende, también se aprende la tolerancia, el autocontrol, la búsqueda de alternativas para resolver crisis personales e interpersonales.
No es sencillo atacar la matriz de violencia en que se han formado muchas generaciones, pero es necesario hacerlo y habrá más progresos en la medida que aumente el número de humanistas promoviendo la no violencia activa junto con cambios sustanciales en el estilo de vida y el orden de prioridades de la sociedad. ¿Queremos un mundo menos violento? No se construye solo con herramientas policiales, judiciales y legislativas que operan en la superficie del problema. Hay que ir a fondo. ¡Podemos y debemos hacerlo!
Aníbal Terán Castromán
Vocería Partido Humanista, integrante de Unidad Popular
Treinta y Tres, mayo 31 de 2020
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