¿JUSTICIA POR MANO PROPIA?

Recientes episodios de los que se suelen llamar “actos de justicia por mano propia”, merecen una reflexión.

“Vas a aprender a no robar, sorete” le dijeron a Fernando Dávila Cabrera, de 30 años, quien murió hace pocos días asfixiado en el piso de un Shopping  de Paysandú, después de advertir varias veces que le faltaba el aire. El fallecido había intentado robar una moto y fue capturado por un guardia de seguridad privada, quien ayudado por un militar, terminó matándolo.

A fines de diciembre, otro hombre fue asesinado a golpes en Mercedes por haber hurtado unas astillas de leña. Jesús Marino, un artista callejero de 43 años oriundo de Montevideo, fue sorprendido robando por tres hombres que le causaron la muerte. “Lo mataron peor que a un perro, a palos. Cuando nos acercamos pensando que estaba desvanecido, ya no tenía pulso, lo dejaron muerto junto a la cuneta donde lo encontró la policía”, dijo un testigo del hecho.

Un poco antes, el pasado mes de octubre, un estudiante de Economía y un Profesor de inglés asesinaron con una cuchilla y un hacha en el barrio Jacinto Vera de Montevideo, a un hombre de 33 años por considerarlo autor de una serie de robos en la zona. Un testigo contó que el hombre gritaba que iba a devolver lo robado, pero ellos le decían: “Te vamos a matar”.

Hace pocas horas un productor rural baleó en la cabeza a un hombre de 27 años que le había robado tres bolsas de limones en Cuchilla Pereira, cerca de Las Piedras, Canelones. Según la única testigo del hecho, el autor del robo le devolvió los limones al damnificado, y se puso de rodillas para pedirle disculpas al ver que se acercaba con un arma en las manos, pese a lo cual le disparó a la cabeza, por lo que fue formalizado por un delito de homicidio en grado de tentativa, ya que afortunadamente el tiro no causó la muerte del frustrado ladrón.

El denominador común de estos hechos es el ensañamiento. Lo correcto en el caso de Fernando Dávila hubiera sido detenerlo hasta que llegara la policía a hacerse cargo, pero sus captores no se conformaron con eso. Lo humillaron todo lo que pudieron, querían verlo sufrir y no se detuvieron hasta matarlo. Lo mismo puede decirse de Jesús Marino sorprendido en infraganti delito y del supuesto ladrón del barrio Jacinto Vera. Para el productor rural de Cuchilla Pereira no alcanzó con recuperar sus limones, ni el pedido de disculpas del hombre al que intentó matar. Esto más que “justicia” por mano propia, se llama violencia homicida.

Creo que hay ciertas preguntas pertinentes en las que deberíamos pensar: ¿Qué está pasando en nuestra sociedad para que los protagonistas de estos hechos obren movidos por esos impulsos? ¿Por qué necesitaron agredir, lastimar y ejecutar a personas reducidas o que no opusieron resistencia a la detención? ¿Qué morboso deseo buscaban satisfacer? ¿Cuantas personas hay como ellos esperando y hasta deseando la oportunidad de hacer lo mismo?

Ni el aumento de la inseguridad, ni la mala gestión de los políticos, ni la falta de leyes adecuadas, ni la mala aplicación de las existentes, ni la falta de respaldo a la acción policial, ni la indignación que causa el delito, ni el cansancio ante su reiteración, ni los problemas económicos, ni el estrés de una vida cada vez más agitada…nada, absolutamente nada, puede justificar actitudes de violencia homicida como las que se ponen de manifiesto en estos casos mal llamados de “justicia por mano propia”.

Algo estamos haciendo mal para que tal violencia homicida esté latente entre nosotros. Es urgente ocuparnos de eso, pues contrario a lo que algunos puedan pensar, este tipo de acciones lejos de generar paz y tranquilidad en la comunidad, aumentan notablemente la inseguridad que se busca combatir.

Aníbal Terán Castromán

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