Hay uruguayos que el próximo domingo 24 de noviembre votarán a la coalición de derecha tradicional encabezada por Luis Lacalle Pou porque consideran que se le terminó el crédito al progresismo frenteamplista. Es comprensible su desencanto con lo que fue un proyecto político que generó entusiasmo e ilusiones que no se concretaron. Sin embargo: ¿Justifica ello el voto a un proyecto abiertamente antipopular como el que se describe en el programa multicolor de esta nueva coalición?
El documento que lo resume se titula «Compromiso por el país» y contiene 13 lineamientos. Veamos algunas de las medidas que propone:
El capítulo “Transformar la educación” promete un “impulso a la formación dual y otras modalidades que favorezcan la igualdad de oportunidades en el acceso al mundo de la producción y del trabajo”. Ello implica nada menos que dar participación a las empresas en la educación de sus futuros trabajadores a la medida de las necesidades de las patronales. ¡Es terrible! ¡Adiestramiento laboral en lugar de educación!
También se plantea la “expansión de la experiencia de los liceos militares, especialmente en el interior del país.” ¿Para qué fomentar la cultura militar? ¿Para tener un pueblo más sometido, menos autónomo, orgullosamente obediente, incapaz de cuestionar o de proponer?
El punto “Proteger a los más débiles”, la propuesta es de “reformular las Asignaciones Familiares y otras formas de transferencia monetaria”. ¿Qué significa “reformular”? Seguramente no agrandar, extender o mejorar. ¿No suena más bien a recortar, disminuir o congelar? También se habla de “Iniciar un proceso que conduzca a una reforma de la seguridad social con sólida base técnica y amplio apoyo político.” ¿Alguien puede dudar que esa “reforma” incluye subir la edad de jubilación con la lógica capitalista de “si vives más, trabaja más”?
En el punto “Proteger el mundo del trabajo”, se afirma: “Para que la política salarial sea sostenible y el salario real crezca a lo largo del tiempo, es necesario poner énfasis en mejorar los niveles de productividad.” Eso suena a otro axioma del capitalismo: “si quieres ganar más, trabaja más.” ¡Vaya forma de “proteger el mundo del trabajo”!
Hay otras propuestas que también despiertan algunas interrogantes justificadas. Por ejemplo, el punto “Una política de defensa adecuada al siglo XXI” refiere a “una visión moderna que permita construir una fuerza eficiente y eficaz en el cumplimiento de sus misiones y cometidos.” Obviamente se trata de aumentar la inversión en armas, municiones e infraestructura militar. ¿Es que se está pensando en nuevas “misiones y cometidos”? ¿Cuáles podrían ser? En tal caso: ¿De dónde saldría el dinero? ¿Qué gastos se recortarían para darle más fondos a las FF.AA.?
En el capítulo “Empresas públicas al servicio de la gente”, se propone “reformar la gobernanza de las empresas públicas”. ¿Qué significa eso? Conociendo la simpatía por la privatización que inspira al neoliberalismo, esa “reforma” despierta justificadas sospechas de daño al patrimonio nacional en beneficio del capital privado.
En el mismo capítulo se habla de “Adecuar el Instituto Nacional de Colonización a las necesidades actuales”. No se explica a las necesidades de quién. ¿Las necesidades de los campesinos sin tierra o de los latifundistas?
El texto termina advirtiendo que “lo que queda expresado aquí son los grandes rumbos estratégicos que darán un marco claro y coherente al nuevo gobierno de coalición. Nuestra tarea de gobierno irá más allá de los puntos enumerados en este documento. La construcción de acuerdos seguirá adelante, profundizando y especificando otras líneas de acción y nuevas medidas concretas.” No es difícil imaginar que esas “medidas concretas” no se anuncian todavía por conveniencia electoral. ¿Es aventurado pensar que tal vez son más antipopulares aún que las que hoy se atreven a proponer?
Obviamente que el FA no ofrece el cambio de rumbo que necesitamos, pues aplica básicamente las mismas políticas neoliberales que la coalición multicolor propone, solo con algunos matices y salvedades del llamado “progresismo”. Por eso el que quiera otro modelo de país, lamentablemente no tiene opción en este balotaje del 24 de noviembre, que apenas permite elegir entre mal o peor.
Tenemos cinco años por delante para volver a preparar una buena opción, una que se pueda votar con entusiasmo y convicción. No es agradable esto de tener que votar apenas intentando obtener el escenario de lucha menos desfavorable para revertir el rumbo que nos ofrecen dos competidores que no nos representan.
Aníbal Terán Castromán