El Programa Microcrédito Rural es una herramienta financiera para el desarrollo rural inclusivo. Está pensada para personas que no pueden acceder a un crédito convencional. Tiene tres líneas de crédito: productiva, de vivienda y libre disponibilidad.
“Como es un crédito para el desarrollo de la familia del sector lugar, tanto productor, asalariado como poblador de las poblaciones que tiene el Uruguay de menos de 5 mil personas, la intención es que cubra todas las necesidades que puedan tener”, explica Gregorio Martirena, encargado de la División Financiamiento Rural de la Dirección General de Desarrollo Rural (DGDR/MGAP).
“El de libre disponibilidad cubre todas las necesidades que tenga la familia, desde útiles para los gurises para empezar la escuela, un colchón, arreglarse la dentadura, hacerse lentes, irse de vacaciones, comprarse una televisión… cualquier necesidad que tenga la familia”, dice Martirena.
En todas las líneas, los montos que se pueden pedir son escalonados, es decir: “A medida que se va ganando la confianza del Comité de Crédito, se puede ir aspirando a mayores montos”, dice Martirena.
En la línea de libre disponibilidad, se pueden solicitar hasta 7.500 pesos la primera vez. Si la persona cumple bien, la segunda vez puede aspirar hasta 10 mil pesos, la tercera hasta 12.500 y de la cuarta vez en adelante hasta 15 mil pesos.
La línea productiva atiende toda la parte productiva agropecuaria y no agropecuaria. Martirena explica: “Puede cubrir todas las necesidades de fertilizantes, semillas, laboreo, animales, productos veterinarios, pero también para que un asalariado pueda comprar el apero, herramientas para alambrar, una motosierra…; el almacenero del pueblo para poder hacer el surtido; una peluquera para surtirse de productos e implementos para trabajar… o sea, cualquier cosa que le vaya a generar ingresos a la persona que solicita el crédito, que le permita repagar el crédito con esos ingresos. Costurera… máquina de coser… variadas cosas”. Martirena también informa acerca de los montos a los que se puede acceder en esta línea de crédito: “La primera vez es hasta 15 mil pesos, la segunda vez hasta 24 mil pesos, la tercera vez hasta 30 mil pesos y la cuarta vez hasta 40 mil pesos”. De la cuarta vez en adelante se puede seguir solicitando hasta 40 mil pesos.
En la línea de vivienda, los montos son similares a la línea productiva. Estos créditos son para pequeñas refacciones. La diferencia del de vivienda con el productivo es que se necesita la firma de todos los integrantes del núcleo familiar mayores de 18 años que tengan ingresos, que co-firmen el vale.
Todos estos créditos son a tres, seis o doce meses, con pagos mensuales de interés y amortización. En el caso del productivo se puede hacer la salvedad de que se puede ajustar el pago de la amortización a la producción que se esté haciendo: “El pago de la amortización puede ser trimestral, cuatrimestral, semestral o anual o puede haber dos, tres, cuatro meses de gracia, por ejemplo para la horticultura, mientras se prepara el suelo, se siembra y se empieza a cosechar… y después se empieza a pagar la amortización todos los meses. Pero los intereses siempre se pagan todos los meses”, informa Martirena.
La tasa de interés es al 30% efectivo anual, pero si se cumplen todos los pagos en fecha, hay una bonificación: “se recalcula la última cuota para que quede al 25% de interés, o sea que la persona buena pagadora, paga a un 25% de interés efectivo anual”.
Una modificación
Este año se agregó una modificación a las líneas productiva y de vivienda, que es una línea a largo plazo, a 18 y 24 meses, con un tope máximo de 60 mil pesos. Pueden acceder aquellas personas que ya hayan trabajado por lo menos cuatro veces con el microcrédito y que hayan cumplido en forma en sus últimos cuatro créditos. “Esto se aplica para vivienda y en la parte productiva solamente para inversiones, es decir, si tiene que comprar un reproductor, una maquinaria… No sirve para capital de giro, por ejemplo, para surtir un almacén…”, dice Martirena.
Una herramienta inclusiva
El microcrédito rural es una herramienta financiera para el desarrollo rural inclusivo. Está pensada para personas que no pueden acceder a un crédito convencional. Al respecto, Martirena dice: “primero que la tasa de interés, comparada con las financieras que son crédito al consumo, es mucho más baja. Éstas andan en 60 y pico por ciento más IVA, o sea que quedan en 90%. Acá estamos hablando de 30% o 25% con bonificación, o el de largo plazo que es 35% y si se cumple bien se bonifica al final al 30%. Después, si estamos hablando de la banca formal, para estos montos que precisaría esa gente, a veces son más caros los papeles que tienen que hacer que lo que están pidiendo de plata. Aparte, la garantía acá es la palabra. Es un Comité de Crédito Local, integrado por gente de la comunidad que conoce al vecino, que dice que se le puede entregar el crédito. Da ese aval social, por lo cual permite que acceda solamente con la palabra como garantía”.
Los recursos del Microcrédito Rural surgieron del Proyecto Uruguay Rural. Después, el programa pasó a ser una herramienta permanente de la Dirección General de Desarrollo Rural, por lo cual este capital se complementa con el Fondo de Desarrollo Rural, que maneja la DGDR.
Fundasol es la fundación financiera sin fines de lucro que permite operar la herramienta. Es quien entrega y recupera el dinero. Los analistas que están en territorio son contratados por FUNDASOL.
Los analistas de crédito son las personas rentadas por el programa para hacer las solicitudes de crédito. “La particularidad de esta herramienta es que se trata de que la persona, que generalmente está en localidades aisladas, o lejos de lugares donde haya banco o red de cobranza, que se tenga que desplazar lo menos posible para poder usar la herramienta. Entonces el analista levanta la solicitud en el territorio, en la localidad donde está el Comité de Crédito (un analista puede atender más de un Comité de Crédito). Levanta la solicitud, se reúne con el Comité de Crédito y después hace firmar el vale en la localidad. La persona se tiene que trasladar al Banco República o a la oficina de correo más cercana para cobrar el crédito. Todos lo meses el analista hace la cobranza en la localidad, por lo que la persona no debe trasladarse.
Martirena informó que por el momento no se está cubriendo todo el país pero que la intención es avanzar paulatinamente hacia eso. En este momento hay 17 analistas de crédito y 154 Comités de Crédito trabajando en los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú, Rivera, Tacuarembó, Cerro Largo, Rocha, Treinta y Tres, Lavalleja, Durazno, Florida, Canelones, San José y Soriano.
La particularidad de los Comités de Crédito es que lo integran vecinos que se reúnen todos los meses para dar el aval a los solicitantes de los créditos. Son la base de la herramienta. Otra figura son las Asambleas de Comités de Crédito, que se reúnen una vez al año para evaluar la herramienta.
“Estamos muy agradecidos con los créditos”
Gissel Perdomo vive en Villa Nueva, Sauce, en el departamento de Canelones. Tanto ella como su esposo, José Acosta, han recibido créditos del Programa Microcrédito Rural: “Estamos muy agradecidos por este sistema de créditos, porque nos ha ayudado mucho”, dice Gissel.
Ya han recibido tres créditos: “El primero fue uno pequeño, para terminar un sombráculo; el segundo teníamos que techar la casa y nos faltaba para las chapas y eso nos ayudó. Y después, yo crío gallinas para vender huevos y necesitaba plata para terminar la crianza para que las gallinas empezaran a poner. El crédito me ayudó para comprar ración”, cuenta.
“Los créditos son muy buenos porque hay varias opciones: vos vas adelantando una cuota y si un mes no tenés, ya tenés una cuota adelantada, o si llega el mes y por casualidad se te complica el pago, uno llama a la analista, le dice la situación y ella siempre tiene una solución”, explica.
Gissel recuerda cómo se enteraron de la herramienta: “Nos enteramos porque vamos al almacén acá, a lo de Betina, y ella nos comentó de los créditos, que estaban muy buenos para nosotros que somos productores rurales chicos, que a veces nos falta dinero para algo… y nos decidimos a llamar a Graciela (la analista) y así empezamos”.
La primera vez que solicitaron el crédito, para terminar el sombráculo, fue por 10 mil pesos; luego solicitaron 25 mil para refaccionar el techo de la casa y el último, para racionar las gallinas, fue de 10 mil pesos. Este último lo van pagando en cuotas de 900 pesos por mes. “La forma de pago depende de lo que uno puede pagar y de la cantidad de cuotas que uno puede”, dice Gissel.
“Además no hay que moverse, uno llama a la analista o le comenta por WhatsApp qué es lo que uno necesita, después ella viene, te visita y te pregunta cuánta dinero precisás y cómo lo pensás ir pagando… Es sólo con la cédula y teniendo el aval de la Escuela 10 de Villanueva y ya está, sólo con eso”.
En cuanto al aval social, Gissel dice: “Es muy bueno porque entre todos nos conocemos y sabemos que todos estamos para trabajar y para salir adelante”.
Gissel siente que este tipo de herramienta “es muy importante”. Además es fácil de acceder: “Si en una cierta época precisás comprar plantines, el tomate o el morrón están muy caros, uno llama a la analista, le dice y después vas pagando por mes, o de lo contrario, cuando empezás a cosechar también podés saldar el crédito de una y ya está… después tenés el crédito para otra vez”.
A otra gente le diría: “Yo diría que se animen, que se acerquen, que conversen, que la verdad que está muy buena la propuesta. Mi esposo y yo estamos muy agradecidos con los créditos y con Graciela, la analista, que es muy buena persona, que entre risas, conversaciones y mates, siempre te busca una vuelta”, dice Gissel.
Gissel vive con su esposo y sus tres hijas (una liceal y dos escolares) en ruta 107, en el km 2,700, en camino Paniza. Plantan tomate, lechuga, acelga y tienen 550 gallinas. Venden los huevos en la feria y la verdura la llevan al Mercado.
“Nosotros estamos bien acá, criando a las niñas; acá los vecinos son todos muy buenos, estamos cerca del pueblo, de la escuela y nos gusta”, dice la productora.
MGAP