Valeria Sorrenti (37), o la capitán de corbeta, ha sido una pionera en el área naval desde su juventud. Casada y madre de dos niños, fue la primera mujer en ingresar a la Escuela Naval, la primera mujer a bordo del Capitán Miranda y es la primera en acceder al rango de oficial general dentro de la Armada Nacional y sigue creciendo.
En su época no existían directivas claras sobre uniforme, maquillaje o peinado, ni siquiera dormitorios o baños para mujeres, era la única en 120 alumnos. Hoy la institución tiene una matrícula de un 25% de mujeres, que además de la mano del director, Miguel De Souza, ahora tienen la opción de salir de clases usando pantalones y zapatos chatos, en lugar de faldas y zapatos de taco.
Sobre romper los esquemas, ser madre y las expectativas para el futuro, Valeria Sorrenti, la mujer que desafía a la Armada desde hace dos décadas, conversó con Eme de Mujer.
— ¿Por qué decidiste entrar en la Armada Nacional?
— Mi padre es capitán de navío retirado y en el año 1999 me enteré que en 6° de Ingeniería de la Escuela Naval se habilitaba el ingreso de mujeres. Siempre lo había acompañado al barco y me gustaba, por lo que decidí probar. Cursé el último año de liceo y cuando finalizó el año decidí que quería seguir la carrera. Pedí una excepción por un tema de género y un permiso especial para hacer el reclutamiento con mis compañeros mientras se tomaba la decisión. Cuando finalizó ese período me llegó la autorización para ingresar con todos mis compañeros, pero solamente podía elegir los cuerpos en prefectura y administración.
— ¿Aceptaste las condiciones?
— En realidad yo quería entrar en lo que nosotros llamamos cuerpo general, pero como el primer año es todo tronco común decidí seguir adelante y ver qué pasaba. Al comienzo del segundo año quise elegir Cuerpo General, pero me no me lo permitieron y entré en Administración. De todos modos, pedí que constara en actas que me interesaba la otra opción. Cuando terminé ese segundo año habilitaron el ingreso de mujeres a todos los cuerpos y quise cambiarme. Tenía tres opciones, abandonar la escuela, repetir el año o dar los exámenes libres. Elegí la última opción y pude seguir la carrera con mis compañeros.
— ¿Cómo fue tu experiencia como mujer dentro de la escuela?
— Nunca me sentí afectada, aunque fui la primera mujer y todo iba haciéndose un poco sobre la marcha. En el año 2003 estaba en cuarto año y me designaron como brigadier de brigada, eso implicaba estar encargada de un grupo de alumnos. Eso fue un desafío, porque al principio no estaban preparados. Mi ingreso a la Escuela Naval fue un quiebre en el sistema de funcionamiento, hasta ese momento no había alojamientos para mujeres por lo que vivía sola. Cuando llegué a cuarto año y tuve que encargarme de alumnos masculinos, tenía que controlarlos por eso autorizaron que entre los alumnos pudiéramos estar las mujeres. Simplemente dormíamos en el cuarto de al lado y los servicios higiénicos eran separados.
¿Qué pasó cuando te tocó ir en el Capitán Miranda?
— Cuando me recibí en el 2003, surgió otro problema: el Capitán Miranda nunca había tenido embarcada a una mujer. Tuvieron que armar rápidamente un grupo de trabajo para crear un espacio femenino y un baño separado. El mismo viaje me hizo enfrentarme a una de mis principales dudas que era cómo enfrentarme al personal subalterno que siempre había estado al mando de hombres. Después de tantos años me doy cuenta que es peor la sugestión que lo que puede pasar. La verdad, nunca tuve ningún problema dar directivas por ser mujer.
— Fuiste la primera mujer en un montón de experiencias, ¿cómo avanzaste?
— Después de lo del Capitán Miranda empezaron a mandar a las mujeres a los barcos que tenían mejor disponibilidad de alojamiento. Los primeros años, entre 2005 y 2007, estuve en la Fragata Montevideo como oficial de Artillería, que era uno de los departamentos donde teníamos más personal y yo era la única mujer a bordo. Después con el mismo cargo, viajé a buscar una fragata a Portugal. En el 2009 cuando regresé fui destinada de nuevo al Capitán Miranda, pero como oficial de Comunicaciones en un viaje que dura siete meses, una experiencia espectacular. Lo interesante fue que ya 10 años después de mi ingreso a estudiar, fui como oficial instructor de mujeres que se recibían en el Miranda y ver que nuestra presencia estaba normalizada resultó muy grato. Luego volví a trabajar a la Escuela Naval y nuevamente tuve la satisfacción de ver cómo se mantenía la integración de las mujeres en las brigadas. En mi época éramos 120 y yo era la única mujer. En 2013 volví a la Fragata Montevideo y a finales de ese año me salió la oportunidad de ser segundo comandante de uno de los barreminas. Ahí tuve que enfrentarme al drama de que la única forma que asumiera el rol, era compartiendo camarote con el jefe de máquinas. Me presenté y estuve allí hasta el 2015.
— ¿En qué contexto te llegó la maternidad?
—En 2015 quedé embarazada y llegó la disyuntiva entre lo personal y profesional. Tuve que desembarcar por un tema de seguridad. Mi primer hijo nació ese año y me designaron a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Armada. En 2018 pasé como jefa de la División Postgrado de Gente de Mar de la Escuela Naval. Este año tuve mi segundo hijo que hoy tiene tres meses. Desde que tuve familia en 2015, no volví a embarcarme, de todos modos cuando el chiquito tenga un año espero poder volver al mar. Mi esposo me apoya y además tengo apoyo familiar, él es capitán de fragata y por eso me entiende.
— ¿Cómo esperás que siga tu carrera?
—Mi próxima expectativa es ser comandante de algún barco el año que viene. Dependerá de si me dan la posibilidad. Espero que sí.