Empresas y trabajadores del sector denunciaron una situación «alarmante» de un sector en el que, desde 2008, vio el cierre de 27 firmas. No es habitual que empresarios y sindicatos se unan para plantear una posición común ante una situación que afecte a su sector de actividad. A la hora de negociar o de hablar con las autoridades, cada una de las partes suele tener una visión contradictoria.
Pero la situación «alarmante» de la industria pesquera hizo que las cámaras del rubro y la integremial de la actividad se dedicaran a recorrer, en los últimos días y en forma conjunta, varias comisiones parlamentarias.
La situación general fue descrita por el asesor de las Cámaras de la Industria Pesquera, Guzmán Acosta y Lara. Desde el año 2008, los barcos de bandera nacional pasaron de 107 a 45. En los últimos diez años, 27 empresas pesqueras cerraron. De más de 4000 puestos de trabajo, hoy solo quedan 1700.
«Estamos siendo afectados en todo sentido», advirtió hace algunas días ante la Comisión de Ganadería del Senado. «Está en juego la soberanía nacional, ya que estos barcos de familias uruguayas pertenecen a personas que han invertido y que hoy se mueren trabajando», afirmó.
«No recuerdo haber pasado por una situación como la del año pasado, una de las peores crisis», dijo por su parte Carlos Vega, dirigente del Sindicato Marítimo (Suntma).
La delegación planteó factores internos y externos que explican la situación actual.
Entre los primeros, los trabajadores plantearon la afectación que, sobre la pesca, tienen los «megaproyectos» que se están llevando adelante en el país como la investigación sobre la presencia de hidrocarburos en la plataforma marítima nacional. Es que, según explicó Vega, los lugares en los que se estaba haciendo la prospección sísmica son las «carreteras» por donde los peces transitan.
«Los peces no tienen bandera uruguaya, son animales que migran y, por lo tanto, vienen a nuestras costas a desovar», advirtió.
Los trabajos de prospección suponen explosiones de cañones de aire en el lecho marino, que afecta el ecosistema de los animales al generar una onda expansiva de 180 kilómetros, lo que, según cifras que aportaron, provocaron la disminución de las capturas en más de 40%.
Según planteó, durante el período que duraron los estudios el recurso pesquero disminuyó, al tiempo que aumentó en aguas brasileñas. Para los pescadores, llevará más de dos años restablecer el equilibrio.
La caída en las capturas llevó a su vez a la merma de las exportaciones. «Está en juego nuestra supervivencia», advirtió Vega.
También lo relacionan a la caída de la competencia de las empresas en el mercado internacional, lo que trajo aparejado a su vez que buques de otros países llegaran a pescar a las zonas nacionales.
Al respecto Vega sostuvo que la ecuación con Argentina se invirtió en los últimos años en el Río de la Plata. De pescar el 60% de las capturas disponibles, Uruguay pasó a pescar el 40%. Un porcentaje que, según dijo, seguirá bajando. «No solo tenemos menos barcos, sino que la cancha se viene achicando», afirmó.
A ello Vega le agregó el problema de los cables submarinos que, por un problema de costos, se tiran a flor de agua. Es decir, no se entierran. «Sabemos cómo actúa la madre naturaleza cuando se le agregan elementos extraños», dijo. «Si bien el cable submarino no contamina, hace una zona de exclusión respecto de los barcos pesqueros», afirmó.
El problema es que, a partir de 2011, rigen algunas normas que impiden a los buques uruguayos pescar en esta zona, a diferencia de los argentinos, a los que no se le afecta la jurisdicción nacional.
La normativa prohíbe a los barcos locales operar en una franja de 3,7 kilómetros a cada lado de los cuatro cables de fibra óptica a lo largo de todo el tendido. Eso significa, traducido a términos terrestres, una zona de exclusión de 176 mil hectáreas.
A todos estos problemas, los pescadores le agregaron los 300 barcos que están fondeados cerca de la costa, que también provocan una zona de exclusión y de contaminación sonora. «Con 300 barcos, hay 300 generadores prendidos», advirtieron. A eso hay que sumar los desechos que generan: agua de sentina, latas, bidones, pintura. «Todo eso se aloja en el río de la Plata y en los lugares donde era habitual la operativa de los barcos pesqueros», dijeron.
Por si fuera poco, sostuvo Vega, se suma lo relativo a la central de ciclo combinado que UTE construye en la zona del Delta del Tigre, en San José. Una situación que los pescadores ya denunciaron ante el Parlamento. «Es la frutilla de la torta», concluyó.
La delegación también objetó los trabajos de dragado realizados en el río para la construcción de la fallida planta regasificadora de Gas Sayago. «Habíamos advertido que iba a tener sus consecuencias porque sacaban barro contaminado de un lado y lo volcaban en otro. Contaminaron más espacio y terminaron con cruces de navegación de muchas de las especies que se capturan», dijo.