Prisión para corruptos está al límite

La política contra los sobornos implementada por el presidente chino desde 2012 ha llevado al hacinamiento en la notoria prisión de Qincheng, donde están encarcelados antiguos altos funcionarios acusados de corrupción.

La notoria prisión de máxima seguridad de Qincheng alberga a un gran número de altos funcionarios desacreditados del Partido Comunista chino. De acuerdo con una fuente cercana a la cárcel, citada por South China Morning Post, la prisión actualmente se encuentra atestada de reclusos, producto de la feroz campaña anticorrupción del presidente Xi Jinping, que en cinco años ha encarcelado a más de 1,3 millones de funcionarios de varios niveles, desde los ‘tigres’ de la élite hasta las ‘moscas’ ordinarias.

Habitualmente con motivo del Año Nuevo Lunar se permitía a algunos de los presos comer con sus familiares. Pero este año la celebración ha sido cancelada, según la fuente, debido a la falta de espacio para acomodar las reuniones familiares durante la festividad más importante del año en China.

«Antes la prisión permitía a los presos mayores de 60 años celebrar una comida en la cárcel con un número limitado de familiares directos antes del Año Nuevo Lunar», detalló la fuente. «Pero este año la prisión ha cancelado la celebración con la familia; y no solo eso, también han prohibido que cualquier recluso reciba visitas durante los quince días previos y posteriores al Año Nuevo».

Ubicada al norte de Pekín, al pie de las montañas Yan, la prisión secreta de Qincheng está reservada para funcionarios con un rango de nivel viceministerial o superior. Pero la campaña sin precedentes de Xi contra los sobornos en los últimos cinco años ha supuesto que la ‘jaula de los tigres’ se esté quedando sin celdas.

De acuerdo con el periódico, los presos en Qincheng son cuidadosamente monitoreados y algunos exreclusos han contado que fueron maltratados en el centro penitenciario. Un líder del movimiento democrático de Tiananmén en 1989, encarcelado después de la represión y liberado hace más de una década, contó que entonces todos los presos de Qincheng permanecían en régimen de aislamiento en una celda de unos 16 o 20 metros cuadrados.

Qincheng ha estado envuelta en un halo de secretismo desde que fue construida, con ayuda de la Unión Soviética, en 1958 para encarcelar a los criminales de la guerra civil. Durante la Revolución Cultural, que comenzó en 1966, cuando se inició una purga entre los políticos elitistas, el hacinamiento también se convirtió en un problema en la cárcel.

En los últimos años, con la condena de casi 100 nuevos ‘tigres’ —entre ellos el exministro de ferrocarriles, Liu Zhijun, y Su Rong, exvicepresidente de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino—, la cárcel vuelve a estar prácticamente al límite de su capacidad a pesar de que se amplió en 2012, meses antes de que Xi comenzara su guerra contra la corrupción.

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