«Acá te encontrás con vos mismo, con tu cuerpo, con tu mente. Es una conexión que está muy buena», dijo con convicción y tranquilidad Flavio, de 34 años, uno de los reclusos que asiste a las clases de yoga que se dictan en la cárcel de Punta de Rieles. Ya hace más de un año que espera con ansias la llegada de los viernes para tener su ratito de práctica.
La directora del programa Yoga y Valores en Cárceles, Pamela Martínez, hace más de tres años que dicta clases en el establecimiento, y hoy día alrededor de 20 reclusos se acercan una vez por semana a encontrar un momento de paz, de silencio y de encuentro de una forma que no es habitual en un centro penitenciario.
«Yo aprendí a bajar los decibeles a la hora de actuar», sostuvo Flavio. A su vez, aseguró que le gustaría concientizar a la sociedad de que con actividades como esta la rehabilitación es posible: «Te juzgan sin saber los cambios que uno vive, se muestra todo lo malo de la cárcel. Pero, ¿y lo bueno? ¿Todas las cosas buenas que pasan y la gente que quiere cambiar? Eso no se muestra», sentenció.
Martínez contó que en el correr del mes de julio comenzará la construcción del Shala, un salón que será destinado exclusivamente para meditación y yoga, y que será levantado por los propios presos.
Según la directora, la idea surgió por el interés que despertó la actividad en Punta de Rieles.
Como parte del programa también se está poniendo en marcha el proyecto Labores y valores – Construyendo horizontes, que fue lanzada el 28 de junio en la Cámara Española de Comercio, Industria y Navegación. Es una iniciativa que de la mano del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, busca crear «el primer banco laboral o red de empresas» para insertar en el mercado a las personas liberadas que hayan cumplido su pena de forma responsable y evidencien un fuerte compromiso por su reinserción social.