El Festival del Reencuentro

La edición 2017 del Festival del Olimar  merece ser recordada como la del “reencuentro”, porque se reencontró con su propia historia al reconocerse oficialmente que fue fundado en 1972, aunque su primera edición se realizó en enero de 1973.

Desde 1985 persistió un desencuentro que acaba de terminar, cosa que merece ser celebrada. Es bueno verlo otra vez unido, integrado, como un largo rosario de tiempo compuesto por 45 años de historia.

A los más jóvenes hay que contarles que la fiesta hoy llamada “Festival Maestro Rúben Lena”, comenzó llamándose “Festival Regional de Folclore” y fue obra de un grupo de vecinos de Treinta y Tres ocupados en intensa tarea social desarrollada en la forma de comisiones de barrio, clubes rotario y de leones, cruz roja, hogar de ancianos y otras instituciones que por entonces eran fuertes actores en nuestra comunidad.

No soy el más indicado para hacer una detallada crónica de cómo surgió el festival, tarea que hacen muy bien quienes vivieron por dentro esa génesis y pueden hablar como protagonistas de los hechos. Si puedo decir que conocí este festival en 1979 y desde entonces no he faltado a ninguna de sus ediciones. Como buen aprendiz de historia, me gusta escuchar a los que saben, y ha sido un placer oír muchas anécdotas detalladas de los primeros festivales, cosa que sugiero a todos los que estén interesados en el tema.

En el Festival de este año 2017, se levantó una especie de proscripción implícita que pesaba sobre algunas personas. Se volvió a nombrar por ejemplo, a Ariel Pinho, Teresita Bueno, Washington Téliz, Níver Acosta, Fredy Araujo, Julio Bas, Carmen Albornóz. Se reconoció abiertamente  los méritos de Difusora Treinta y Tres como el medio de comunicación que acunó el nacimiento del Festival. Creo que es un cambio radical, muy sano, un acto de justicia, que hubieran aplaudido colegas como Miguel Silvera , Rúben Bruzone , Rafael Lago y otros que no pudieron vivir lo suficiente para ser testigos de esta reparación histórica que hoy estamos viendo.

¿Por qué se tendió por tanto tiempo  un manto de silencio sobre los primeros trece años del festival? ¿Por qué se creó en 1985 la denominación “Festival del Reencuentro Democrático” y se empezó de cero hasta que, luego de un sutil proceso de revisión,  en 2017 se corrige el error?

Creo que se debe a una desafortunada coincidencia. El Festival Regional de Folclore surgió meses antes del golpe de estado que en 1973 dio comienzo a un oscuro período dictatorial. Desde febrero de ese año un grupo de civiles y militares golpistas avasallaron el país hasta 1984. Durante esos años, se adueñaron de todo y el festival también cayó en sus manos. Durante la dictadura, la educación, la cultura y el arte en general sufrieron dura represión. En aquellos años, en las escuelas y liceos  se enseñaba lo que ellos ordenaban, en las radios y televisoras se informaba lo que ellos permitían, en las calles y plazas se hacían solo las reuniones que ellos autorizaban. Y el festival no fue la excepción.

Tal como no podemos culpar a las escuelas, liceos, medios de difusión, calles y plazas de haber sido usadas por dictadores, tampoco podemos culpar al festival. Entender eso parece que costó mucho tiempo, pero al fin se logró.

Es verdad que hubo algunos colaboradores gustosos de la dictadura, pero la inmensa mayoría de los uruguayos fuimos aplastados por el régimen y no nos quedó alternativa. Había que capear el temporal con miles de presos políticos y cientos de desaparecidos, sobrevivir bajo la tutela y la censura de la cual no podía escapar el festival. Y así pasaron esos trece años tras los que explotó la alegría de volver a pensar, escribir y cantar sin temor.

Vista la luz al salir del túnel dictatorial en 1985, es comprensible la necesidad de tomar distancia de todo lo que pudiera ser vestigio de autoritarismo. Por eso tampoco hay que condenar a los que quisieron romper con la historia del “Festival Regional de Folclore”, al cual asociaban a tiempos dolorosos que habían dejado profundas cicatrices.

Creo que no deberíamos juzgar ni a quienes mantuvieron vivo el festival durante la dictadura ni a quienes al retorno de la democracia, quisieron empezar una nueva era. Más bien celebremos que hoy el festival vuelve a tener la edad que le corresponde y sus fundadores empiezan a tener el reconocimiento que merecen.

 Aníbal Terán Castromán

 

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