Dos años de Vázquez con poco para mostrar

No habían pasado dos años desde que Tabaré Vázquez comunicó que se retiraba de la «vida política pública» cuando una delegación de dirigentes del Frente Líber Seregni, el Partido Socialista y el Movimiento de Participación Popular anunciaban que el primer presidente que tuvo la izquierda sería el candidato que intentaría alcanzar la tercera administración consecutiva del Frente Amplio.

«Si me vienen a pedir que sea candidato yo les digo que sí voy a aceptar», les dijo Vázquez a sus correligionarios ese 7 de agosto de 2013 en su casa de la calle Buschental del Prado. La noticia agitó la interna frenteamplista que en ese momento veía con entusiasmo la posibilidad de que la historia se repitiera: volvía Vázquez.

Si bien la campaña generó más sudoración de lo que algunos preveían –sobre todo en la interna con la publicación de la intención de voto–, Vázquez recibió la banda presidencial con un partido que cerraba filas detrás de su victoria. Y que tampoco olvidaba su primera promesa de campaña en San Luis: 6% del Producto Bruto Interno para la educación.

La paz interna terminó dos días después de la asunción cuando el presidente dio a conocer los nombres que integrarían su gabinete, que por primera vez no respetaba las cuotas políticas que balancea el microclima de la izquierda. Algunos de los apellidos que aparecieron en la nómina resultaban conocidos y anticipaban que el presidente habría de buscar apoyo en sus compañeros de confianza de toda una vida política.

En este segundo gobierno la relación con el partido generó una tirantez que ofrecía espacios para cuestionamientos desde el Parlamento cuando el Presupuesto o la Rendición de Cuentas no atendían las exigencias de algunos sectores, sobre todo en materia educativa. Los desencuentros entre el gobierno y el Frente Amplio y las idas y vueltas de la negociación de la última Rendición de Cuentas llevaron a que la oposición bosquejara un escenario que describía a un presidente débil y aislado en sus vínculos hacia afuera.

«Es un presidente electo hace poco tiempo que no ejerce la autoridad», lo criticó temprano el senador del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, cuando el Ejecutivo decidió salirse de las negociaciones por el TISA, y desde entonces machacó cada vez que pudo con esa idea.

Esa opinión también la compartió el senador, Jorge Larrañaga, quien dijo en una entrevista con El Observador publicada el sábado 25 de febrero que el Ejecutivo pierde la pulseada con el partido y con el Pit-Cnt. «El doctor Vázquez no puede con el Frente Amplio ni con el frente sindical. No puede», dijo el líder de Alianza Nacional.

Esa sensación también se replicó en el partido de gobierno que, por lo bajo, se quejaba de los intricados caminos de acceso hacia la Torre Ejecutiva o la residencia presidencial de Suárez y Reyes.

Vázquez versus Vázquez

El impulso refundacional que tuvo el primer gobierno del Frente Amplio pone el listón muy alto cuando se piensa en una comparación entre los primeros dos años de esta administración y los dos primeros de la izquierda en el poder.

El ritmo que Vázquez le imprimió al arranque de su anterior mandato (2005-2010) habla por sí mismo. En ese entonces implementó en menos de dos meses el Plan de Emergencia a través de la creación del Ministerio de Desarrollo Social, instaló los Consejos de Salarios, inició las excavaciones en predios militares en busca de desaparecidos, planificó medidas antitabaco y el aumento del salario mínimo nacional.

La celeridad y ejecutividad que tenía ese gobierno para decidir sobre temas que aparecían en la agenda y volverlos realidad queda de manifiesto ante el recuerdo de como se puso en marcha el Plan Ceibal. En noviembre de 2006, el presidente autorizó al presidente del Latu, Miguel Brechner, a comenzar a trabajar en el proyecto luego de escucharlo durante 14 minutos. Seis meses después, Vázquez entregaba la primera ceibalita en Villa Cardal.

Los logros de su gobierno fueron enumerados uno a uno el 2 de marzo de 2007. Ese día el mandatario hizo una rendición de cuentas de tres horas en la Plaza Independencia con un método de contraste: tomaba pasajes de su discurso de asunción de la presidencia en 2005 y desarrollaba el estado de avance del cumplimiento de esos temas.

En esa intervención Vázquez comenzó recordando el compromiso de su gobierno contra la corrupción y referenció su frase de que le cortarían la mano a quien metiera la mano en la lata. «Al día de hoy no existe ninguna denuncia seriamente fundada contra la gestión en este gobierno nacional de alguno de sus integrantes. Pero si surgiera, pueden estar todos seguros que se abrirán todos los caminos para facilitar las investigaciones que se crean necesarias y útiles, y se tomarán todas las medidas por duras que sean para combatir este flagelo», dijo el mandatario.

Ese día Vázquez dio cuenta de la baja en los índices de indigencia y pobreza desde que había asumido el gobierno y del descenso del gasto de la Presidencia en materia de servicios, funcionarios y misiones oficiales. Además hizo un repaso de la situación en cada uno de los ministerios.

Hoy el presidente planteará una dinámica similar a la que hizo en 2007. Rendirá cuentas en función de lo que prometió y lo que hizo, dijo una fuente del Ejecutivo a El Observador. En su discurso no se centrará en un único tema, sino que abarcará la mayor cantidad de asuntos que son importantes para la ciudadanía. Vázquez marcará el énfasis de los puntos que el gobierno priorizará para el futuro y trazará el camino.

Lo hecho y por hacer

Ordenar la casa fue la primera tarea a la que se volcó el gobierno luego de cinco años de gestión mujiquista que se había apartado del orden con el que Vázquez busca trabajar. Mientras tanto, el gobierno se aventuró a diseñar un presupuesto novedoso -en dos partes- ante la incertidumbre que planteaba el escenario económico internacional.

La herencia del gobierno anterior también incluía la puesta en práctica de la ley según la cual el estado produce, distribuye y vende cannabis para fines recreativos que –entre otras cosas- le valió el estrellato internacional al expresidente, pero que quedó empantanada en este gobierno. Este año será, según el anuncio de Vázquez, el tiempo del cumplimiento total de la ley y la marihuana llegará a las farmacias.

Poner en marcha el engranaje en algunas áreas fue más trabajoso de lo deseable para el gobierno que, desde fines de 2015, se enfrentó a una serie de inclemencias climáticas que sacudieron la agenda del Ejecutivo. Por ejemplo, el ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, dijo que durante el 2016 se perdieron más de 100 días de trabajo en la construcción de rutas que se vieron destruidas a causa de las lluvias.

El «cambio de ADN en la educación» y la implementación total del Sistema Nacional Integrado de Cuidados son los dos temas prioritarios que el gobierno marcó al inicio de la administración y son los dos asuntos que Vázquez sigue nombrando cada vez que le preguntan por los desafíos para el futuro de su gestión.

Además, la cuestión de la seguridad ciudadana y, en particular, la búsqueda de soluciones para la violencia en el deporte se terminaron de instalar como temas caros para el gobierno. El presidente logró reunir a la oposición y al gobierno en una mesa para impulsar proyectos en materia de seguridad en los que hubiera coincidencia. Algunas de esas iniciativas tuvieron consensos: la puesta en marcha del nuevo código del proceso penal; restringir las libertades anticipadas para los reincidentes; estatuto de fiscalías; y homicidios especiales. Pero esos acuerdos no siempre se cristalizaron en el Parlamento.

En materia de seguridad, el gobierno celebró un descenso histórico de las rapiñas del 8% en 2016 pero aún está lejos de la promesa de campaña que proponía una baja de las rapiñas del 30% para el final del período.

Mientras que Economía aboga por cuidar el equilibrio macroeconómico y reducir el déficit fiscal, el gobierno festejó la vuelta de los turistas, sobre todo argentinos, que volvieron a poner al rubro como uno de los principales generadores de divisas para el país.

Sin embargo, el elemento que puede cambiar a la tercera administración de la coalición de izquierda es el interés de la empresa UPM de construir su segunda planta de celulosa en Uruguay. La millonaria cifra que promete ser la inversión más grande que jamás recibió el país le puso un segundo tiempo al gobierno de Vázquez, en el que mucho se habla de lo lejos o cerca que esa posibilidad está de concretarse.

Desde mediados de 2016 el gobierno se preocupó por acelerar la búsqueda de socios que puedan financiar y construir el plan nacional de infraestructura para asegurarle a la empresa finlandesa que sus exigencias serán contempladas. Por eso Vázquez salió (y saldrá) del país a tocar puertas y ofrecer oportunidades en todos los continentes con un discurso que aboga por el libre comercio y critica el proteccionismo.

Con esa idea el presidente fue en búsqueda de la concreción de un Tratado de Libre Comercio con un actor global como China. Pero las barreras del Mercosur resultan, por ahora, demasiado altas para el peso relativo de Uruguay en la región. Al menos en este sentido, el país sigue siendo preso de los intereses brasileños y argentinos.

En los tres años que le quedan el gobierno se verá en la obligación de mostrar los logros de la administración. Logros que en estos primeros dos años se aventuran difíciles de discernir con claridad.

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