El Movimiento de Participación Popular (MPP) analiza una propuesta de su diputado por San José, Walter de León, para crear la figura del «usuario arrepentido», una especie de quintacolumnista o caballo de Troya espontáneo que, consideran, ayudará a atrapar y multar a los conductores que trabajan para la empresa Uber.
El «usuario arrepentido» –que si hace bien su tarea será recompensado con 150 unidades reajustables– debe convocar el servicio de Uber sin ninguna segunda intención. Porque si recurre a esa aplicación tecnológica con el objetivo de denunciar a sus choferes incurrirá en la figura penal de incitación al delito.
Lo que debe hacer la persona que quiera ganarse ese dinero es llamar a Uber y, a mitad del viaje, «arrepentirse» y alertar a las autoridades municipales.
«Se trata de hacer participar a los ciudadanos para que, entre todos, podamos solucionar este problema que le escapa a la Justicia. Para eso se necesita una herramienta innovadora, y la figura del arrepentido puede ser el camino», dijo De León a El Observador.
Pero, ¿cómo es posible saber si el denunciante es un verdadero arrepentido o si llamó a Uber con toda la intención precedente de tenderle una trampa al conductor? «No es posible saberlo. No es posible saber con certeza, ni una cosa ni la otra. Así que debemos creer que la persona se arrepiente de verdad. Después deberá darle a las autoridades los datos del coche y la constancia del pago electrónico», explicó el parlamentario.
La propuesta legislativa establece que «cuando se desconozcan mediante el uso de aplicaciones informáticas, las leyes, reglamentos y todas las disposiciones en el sector del transporte, las autoridades competentes estarán autorizadas a utilizar las figuras del testigo colaborador y del usuario arrepentido a fin de identificar y sancionar a los infractores».
Se considerará usuario arrepentido «a toda persona que en el sector del transporte, luego de utilizar un servicio que no esté autorizado, se arrepienta y suministre los medios de prueba necesarios para identificar al conductor y el vehículo en infracción». Se reconocerá como «testigo colaborador» a aquella persona que, como indica la clasificación, le salga como testigo al denunciante.
Una vez arrepentido, el usuario de Uber llamará por su celular a las autoridades quienes, según dice el proyecto, deberán acudir «inmediatamente» para labrar un acta documentando lo sucedido.
Primero, el Estado deberá hacer fe en el arrepentido para creerle que efectivamente se arrepintió y que no actuó con anticipada malicia.
Entonces sí, le otorgaran un premio como reconocimiento que no podrá ser inferior a 150 UR financiadas mediante las multas correspondientes.
Al conductor de Uber delatado por el arrepentido se le aplicará, como pena accesoria, la incautación del vehículo por un plazo mínimo de seis meses.
Si se comprueba «la existencia de fraude fiscal mediante el uso de aplicaciones en el transporte y en asociación o relación de dependencia con empresas no registradas se considerara agravante y se aplicaran las sanciones máximas previstas por la ley».
En la exposición de motivos del proyecto se señala que las empresas como Uber manipulan a la opinión pública a través de «campañas de marketing, prácticas de cabildeo, artículos de prensa en medios hegemónicos de presuntos expertos y uso de redes sociales, apoyados por un ejército de abogados».
En el último párrafo de la exposición se observa que el asunto de Uber va más allá de la simple discusión sobre una aplicación para celulares y se advierte que los desafíos que se vienen son, al menos, complejos.
«Ahora llegamos a lo que se ha dado en llamar la revolución 4.0 basada en el uso de sistemas ciberfísicos lo que establece una interacción entre los mundos virtuales y reales. Para el 2020 se estima que habrá 30 millones de objetos interconectados, un mundo de sensores inteligentes, Big Data, robótica colaborativa, impresoras 3D y uso intensivo de la Nube que determinan procesos de manufactura flexibles e individualizados, llevando a la fabricación de productos híbridos. El desarrollo de la inteligencia artificial, cuando supere a la humana –según la opinión de algunos expertos–, provocará la singularidad que llevará a una civilización –según los filósofos– transhumanista. Se generarán además nuevos empleos, sobre todo en el área de la creatividad, y en profesiones STEM con grandes impactos sociales, y con mayor aumento de la desigualdad si no se efectúan cambios a la brevedad», augura el mujiquismo ya lejos del usuario que, repentinamente, se arrepiente de subirse a un coche.