¿Cómo es crecer en Uruguay, el país donde la Noche de la Nostalgia es la máxima fiesta nacional?
El «Maracanazo», la épica victoria de Uruguay sobre Brasil en la final de la Copa del Mundo de 1950, es una historia repetida hasta el cansancio por los uruguayos.
Con el paso del tiempo, la hazaña más (¿mais?) grande de la historia del fútbol se ha convertido en la perfecta combinación de dos pasiones nacionales: el fútbol y la nostalgia.
Pero a diferencia del fútbol, la nostalgia está institucionalizada. Por ley, todos los 24 de agosto son en Uruguay la Noche de la Nostalgia.
Jamás había reparado en lo extraño que es festejar como país aquello que la Real Academia Española define como la «tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida».
En la «capital de América Latina», con su frenético aquí y ahora, sus playas, palmeras y reggaetón, pensar en una noche dedicada a la nostalgia es una rareza tan grande como el acto de tomar mate por la calle. Pero esa es otra historia.
Esta noche, 600.000 de los 3,4 millones de habitantes que tiene Uruguay saldrán a festejar o, como se dice usualmente en el país, a «nostalgiar», un verbo inventado que denota lo arraigado que está el evento en la idiosincrasia nacional.
Pero, ¿cómo puede ser que esta deprimente premisa sea la máxima fiesta nacional?
Para los padres y abuelos
Según el estudio «Cambio demográfico y desafíos económicos y sociales en el Uruguay del siglo XXI», publicado este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Banco Mundial, en 2015 el 19% de la población tenía 60 años o más.
Además, la esperanza de vida al nacer para el año 2011 fue estimada en 72,87 años para los hombres y 79,95 años para las mujeres, de acuerdo con el mismo estudio.
Por si esto fuera poco, desde 2004 la tasa de fecundidad está por debajo del valor de reemplazo.
Uruguay es el país más envejecido de América Latina y la Noche de la Nostalgia es una suerte de celebración orgullosa de ese título.
Se trata de un evento donde los padres y abuelos invaden las pistas de baile por derecho propio.
Es una noche en la cual los éxitos principalmente en inglés de los años 60, 70 y 80 vuelven a estar de moda.
Y no se trata de «YMCA» de Village People, un tema que puede sonar en una fiesta de casamiento. Se trata de las bandas que los jóvenes pueden conocer e identificar como «oldies»: Bee Gees, Abba, The Beatles, Queen, Stevie Wonder, Blondie; y los que seguramente tendrás que googlear como Modern Talking, Kool & The Gang, Pilot, Kansas, a-ha, Rick Astley.
Incluso hay fiestas donde se incentiva al público a disfrazarse con ropa retro, por lo que durante esa noche es posible ver personas con pantalones acampanados y pelucas con peinados afro.
«La Noche de la Nostalgia, al contrario de lo que indica su nombre, es de las noches mas divertidas del año, se celebra la amistad o el amor de pareja con mucha alegría», me dijo el psicoanalista uruguayo Javier Grotiuz.
Su juventud, cuenta Grotiuz, coincidió con el inicio de esta celebración, hace 38 años: «Cuando salíamos un 24, con mis amigos nos quejábamos porque se llenaba de ‘viejos’ desenfrenados que no se detenían ante nada y bailaban cada tema como si fuese el último de su vida».
«La biología y el destino quisieron que años después yo pasara a formar parte de esos viejos, aunque en mi caso con un poco de mesura a la hora de bailar».
De lo privado a lo nacional
Pero en la Noche de la Nostalgia no sólo suena música «vieja». Para el propio Pablo Lecueder, el empresario que creó la fiesta en 1978, la nostalgia empieza 10 años después de publicada una canción.
En verdad, es difícil saber si Lecueder efectivamente dijo dicha frase alguna vez. Probablemente lo haya dicho en algún momento, pero es que al director de la radio Océano FM lo entrevistan todos los años, en cada previa del 24 de agosto.
Se acerca el día y todos sabemos que va a aparecer.
Su historia es conocida por todos los uruguayos: cuando Lecueder era un veinteañero conductor del programa de radio «Old hits», organizó una fiesta dedicada a los viejos éxitos musicales.
La idea creció y se multiplicó hasta superar las 400 fiestas sólo en Montevideo. Llega a movilizar a un público estimado de 600.000 personas en todo el país, según la «Guía de fiestas uruguayas» editada por Presidencia, el Ministerio de Turismo y el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.
Según dicha guía, es la noche con la convocatoria más masiva de todo el año y hasta «provoca la masiva llegada de turistas de la región», aunque no se detallan cuántos.
De hecho, la ley que fijó oficialmente el 24 de agosto como la Noche de la Nostalgia, que fue promulgada recién en 2004, estableció que el Ministerio de Turismo debe promocionarla «en el exterior a través de embajadas, consulados y oficinas comerciales».
La nostalgia es marca país de Uruguay.
Los que se fueron
La clave del éxito de esta celebración no radica sólo en apelar a la melancolía del uruguayo en un país envejecido. Es haberla fijado en la noche anterior a un feriado nacional no laborable, el 25 de agosto, día de la declaratoria de la independencia.
Incluso es casi que irónico que la Noche de la Nostalgia sea la previa de esta fecha patria.
La chilena Carla Aguirre, doctora en Psicología Social y Antropología de la Universidad Católica del Uruguay, ni siquiera termina de entender cómo la nostalgia y el nacionalismo están tan unidos en este país.
Para ella en Uruguay existe «una visión nostálgica del inmigrante europeo que llegó añorando su tierra y que se nota aún en el colectivo».
De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones, «la migración internacional es un componente fundamental en la historia de la población uruguaya».
Hasta mediados del siglo XX, Uruguay fue un país con saldos migratorios positivos, principalmente de europeos, lo que generó «un impacto significativo desde el punto de vista demográfico, social y cultural».
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, el saldo se transformó en negativo. Para Grotiuz, quien es miembro del Grupo Lacaniano Montevideo, esta es la explicación de la nostalgia uruguaya.
«Se puede apreciar claramente en los uruguayos que tuvieron que exiliarse en el exterior en el pasado, durante la dictadura, y otros tantos que viven en otros países desde hace muchos años y que, al recordar ‘el paisito’, les brota: ‘Viejo… barrio… perdona que al evocarte se me pianta un lagrimón‘, como dice el tango ‘Melodía de arrabal'», de Carlos Gardel.
Ya sea por los que llegaron o los que, como yo, se fueron, la nostalgia es parte de la esencia del uruguayo, presente en cada charla con mate y discusión de fútbol incluida.
Y como sí dijo el empresario Lecueder: «Recordar es lindo, pero con música es mucho mejor«.