Ese fue el lugar elegido por Fructuoso Rivera, por entonces Presidente de la recientemente formada República Oriental del Uruguay, para ejecutar al mayor número posible de Charrúas a los que había citado para organizar una supuesta acción militar en la que habrían de participar como lo habían hecho en los tiempos artiguistas, cuando fueron los más leales soldados de la causa oriental. Allí, los indujo a poner sus caballos a pastar con el fin de dejarlos a pie, a desprevenirse de armas para comer y beber como buenos amigos, para que indefensos y sorprendidos, fueran blanco fácil del ejército nacional que los atacó traicioneramente.
Nunca se sabrá el número exacto de Charrúas caídos en esta cobarde operación genocida, pues sus ejecutores se encargaron de ocultar la verdad de los hechos y no existe registro oficial de las víctimas masacradas. Tampoco sabremos jamás el número de Charrúas que lograron escapar de la emboscada. Apenas tenemos datos de que algunas decenas de mujeres y niños fueron repartidos como despojo entre familias de la alta sociedad montevideana, para cumplir tareas de servidumbre al tiempo que se les trató de hacer olvidar su cultura original imponiéndoles la lengua y tradiciones traídas desde Europa por los conquistadores.
Gracias al trabajo paciente y riguroso de numerosos investigadores, hoy podemos acceder a detalles de esta acción de terrorismo de estado que se procuró silenciar durante mucho tiempo. Merced al resurgimiento de la nación Charrúa que se empezó a esbozar en la década de los 80 del siglo pasado, cuando algunos de sus descendientes rompieron el silencio y empezaron a reconocerse como tales, hoy podemos hablar de la recuperación de vestigios de su lenguaje, creencias y costumbres en nuestro país.
La convicción de que había que admitir la verdad respecto al genocidio ambientó en el año 2009 que mediante Ley se declarara al 11 de abril como Día de la nación Charrúa. En 2011 se introdujo por primera vez la pregunta respecto a la ascendencia indígena en el formulario del Censo Nacional. Está a estudio del parlamento una iniciativa para conmemorar el 12 de octubre con una denominación alusiva al sentimiento de los pueblos invadidos y no desde la perspectiva de los invasores como es la expresión “Día de la raza”. Algo se ha avanzado, pero queda mucho por hacer.