ARTIGAS, ESE CRIOLLO PORFIADO QUE SE NIEGA A MORIR
Este martes 5 de abril se cumplen 203 años del inicio del Congreso de Tres Cruces, uno de los episodios más importantes en la historia artiguista. Revisar el documento aprobado en esta reunión, resulta muy oportuno para evaluar la gestión de los actuales gobernantes del territorio que en aquel momento era conocido como La Banda Oriental.
Pero antes de releer ese documento comúnmente llamado “Instrucciones del año 13”, vale la pena detenerse en el motivo del Congreso. Veremos que el General Rondeau en su condición de representante de la burguesía porteña que pretendía erigirse como el nuevo poder político del Río de la Plata, solicita a Artigas que reconozca esa autoridad, ante lo que el líder revolucionario oriental se niega por la razón que le expresa después a los representantes del pueblo reunidos aquel 5 de abril: “yo ofendería altamente vuestro carácter y el mío, vulnerando enormemente vuestros derechos sagrados, si pasase a resolver por mí una materia reservada sólo a vosotros”.
Es oportuno reparar en ese acto de pura democracia que Artigas entiende necesario. ¿Cómo habría de decidir él algo que el pueblo debía decidir por sí mismo? Esta forma de actuar debería inspirar a todo funcionario público al que se le mandata para ejercer el poder, pero lamentablemente confirmamos a menudo que no es así, cuando vemos que los gobernantes de hoy se toman atribuciones que van más allá de lo que les concede la Constitución de la República. Al respecto Artigas advertía en su discurso de aquel 5 de abril de 1813: “Es muy veleidosa la probidad de los hombres, solo el freno de la Constitución puede afirmarla.”
“Vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos”, les dijo Artigas a los delegados de los pueblos de la Banda Oriental ese día, agregando que consideraba este logro el fruto de sus “ansias y desvelos” y “todo el premio” de su “afán”. ¿Podrían decir lo mismo los gobernantes de hoy? ¿Están igualmente ansiosos, desvelados y afanados por ver que el pueblo esté en el pleno goce de sus derechos y consideran que alcanzar ese objetivo es todo el premio que pudieran esperar? Los hechos responden por sí mismos.
Pero lo más interesante es revisar el contenido de las Instrucciones que habrían de llevar los Diputados orientales a la reunión en Buenos Aires. El primer punto es categórico marcando una postura anti imperialista, al fijar como primera condición para aceptar ser parte del nuevo ordenamiento político regional » la declaración de la independencia absoluta de estas colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España y familia de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España, es y debe ser totalmente disuelta.»
El espíritu independentista que reflejan esas palabras choca frontalmente con el sometimiento que admiten los gobernantes de hoy, dispuestos, por ejemplo, a ceder soberanía firmando tratados de comercio entreguistas que benefician a las grandes empresas multinacionales que constituyen una nueva forma de imperialismo.
El punto número 5 ratifica la condición republicana en la que los poderes del estado “se dividirán en poder legislativo, ejecutivo y judicial.» Con asombro asistimos hoy a la imposición de un nuevo código de proceso penal en el que el poder judicial pierde terreno frente al ejecutivo que determinará mediante sus Fiscales a quién y cómo se investigará, violando claramente el principio de separación de poderes.
Estos son apenas dos puntos de los 20 que conforman las célebres “Instrucciones del año 13”. Sería bueno que todos nos tomáramos un tiempo para leer y reflexionar en torno a su contenido. La voz de Artigas y los representantes del pueblo oriental reunidos en aquel Congreso de Abril, pueden orientarnos en estos días de tanta confusión ideológica.
Al hacerlo, queda claro por qué en los programas de educación formal se le da tan poca importancia al estudio del ideario artiguista. Es evidente que a quienes hoy ejercen el poder, no les interesa, porque no les conviene.
Pero Artigas es un criollo porfiado que se niega a morir y sigue ahí, tan vigente como en abril de 1813.