LO QUE NO DIJO EL MANDÓN

Al Fiscal de Corte Jorge Díaz le gusta ejercer el poder. Se siente muy cómodo ya instalado en el futuro cargo de Fiscal General de la Nación, presidiendo ese  flamante servicio descentralizado  que forma parte de una revolución administrativa de la que él es principal actor. Acaba de aprovechar la triste circunstancia de la salida a luz de un grave desacierto de un colega, para reforzar su figura y su autoridad como gran jefe de los Fiscales.

El caso es el ocurrido en Rivera, donde se denunció la violación persistente  y  habitual de una niña por parte de su padre, aberrante conducta mediante la cual el sujeto engendró con ella dos hijos que son a su vez sus nietos. El error del Fiscal a cargo del caso, fue considerar el hecho como una práctica de incesto que no configura delito ante la ausencia del requisito de escándalo público que indica el artículo 276 del CPP. Esta mala interpretación  contribuyó a la  prolongación del sufrimiento de la víctima durante años, cosa que reiteradamente hizo notar Díaz en conferencia de prensa ampliamente difundida el pasado lunes 25 de julio.

Delante de una pantalla con el logotipo de la nueva institución que dirige, se mostró valiente y responsable, dando la cara y declarando: “sería fácil para mí decir que los hechos ocurrieron en 2009 cuando yo no era Fiscal de Corte.” Con esto Díaz pretende ostentar  que  se hace cargo de lo que sucede en su chacrita y no barre “para abajo de la alfombra”.

Sin embargo llama la atención el énfasis colocado en la persona del Fiscal que cometió el “horror”, quien fue presentado como el malo de la película, sobre quien recaería  toda la responsabilidad, a quien de ser posible  se  castigaría con todo el peso de la ley  si la falta no hubiera  prescripto. «Hoy es uno de esos días que uno tiene ganas de dejar todo e irse para la casa», afirmó lacónico el mediático Jefecito. Al escuchar esa frase le contesté sin que él pudiera oírme: “¡No te quedes con las ganas, andate que le hacés un gran favor al país!”

Después me enteré que hay algo muy importante que el gran jefe no dijo. Que él mismo cometió un grave error al no revisar la actuación del Fiscal al que ahora degrada, cuando decidió trasladarlo de Rivera (donde cometió tal desatino) a Montevideo designándolo  titular de una fiscalía capitalina (lo que constituye un ascenso implícito). ¿No es ese traslado dispuesto por  Díaz un respaldo institucional a la actuación del colega al que hoy expone al escarnio público por hechos del pasado qué el propio Díaz no evaluó debidamente?

Pero además cabe preguntarse: ¿Qué garantía tenemos de que mientras Díaz asume este error garrafal del ministerio público, no se están cometiendo otros similares o peores, de los cuales tal vez  saldrá nuevamente a lamentarse cuando sea demasiado tarde?

Desde hace tiempo el Sr Díaz no me cae bien. Su actitud  persecutoria, las sanciones solapadas que aplica, su ferviente militancia para sacar adelante a como dé lugar una nefasta reforma del código del proceso penal con la que perderemos garantías y derechos ciudadanos, su alto perfil mediático que no se condice con la discreción que debería caracterizar su gestión…. son algunas de las cosas que me llevan a no verlo con simpatía.

Pero esta ostentosa acción de crucificar a un colega como el único responsable de un error que él como su jerarca, no supo detectar, creo que es la gota que derrama el vaso.

<Aníbal Terán Castromán